Javier Martín
Actualizado a:
Pretendemos con este Blog ir introduciendo novedades sobre acuerdos y otras noticias que valoremos como interesantes para las trabajadoras y los trabajadores de la Diputación de Valladolid
Así afecta a los interinos la nueva ley
aprobada en el Congreso
El
documento ha salido adelante con 16 votos a favor, 13 abstenciones y ningún
voto en contra, y ha sido aprobado sin incluir ninguna de las 109 enmiendas
propuestas. La ley, que desarrolla un real decreto, pretende reducir la
temporalidad del sector público al 8 %, desde el 30 % actual, lo que conlleva
un proceso de estabilización que podría afectar a más de 300.000 plazas
estructurales ocupadas por personal temporal y que deberán ser fijas antes del
31 de diciembre de 2024.
Plazas fijas sin oposición
A lo largo del trámite
parlamentario se ha establecido que las administraciones convocarán por el
sistema de concurso, sin oposición, las plazas ocupadas "con carácter
temporal de forma ininterrumpida con anterioridad a 1 de enero de 2016",
es decir permite a interinos con esta antigüedad optar a plazas fijas sin oposición sino vía concurso de méritos.
La senadora del PP
Esther Basilia del Brío ha lamentado el rechazo de los grupos que apoyan al
Gobierno a las enmiendas, y ha incidido en que el texto adolece de una mayor
participación por parte de comunidades autónomas, entidades locales y otras
instituciones.
Ha atribuido esta
actitud a la necesidad de encontrar una "solución rápida" debido a
que forma parte del conjunto de medidas que el Gobierno se comprometió con
Bruselas a aprobar en el marco del Plan de Recuperación.
"La ley puede
convertir al Gobierno en la Empresa de Trabajo Temporal (ETT) más injusta de
España", ha defendido la senadora, cuyo grupo también ha advertido de la
"litigiosidad" que creará la legislación sino se resuelve los
problemas de "inseguridad jurídica" que plantean, en su opinión,
algunas partes del texto.
También José Luis
Muñoz, de Ciudadanos, ha advertido de los conflictos judiciales que se abrirán
una vez aprobada la ley si no se introducen mejoras y ha citado como ejemplo
que no recoja la concesión de una indemnización a aquellos interinos que lleven
más de tres años en esa situación.
"La ley recoge
avances respecto al 'Icetazo' -en alusión al proyecto planteado inicialmente
por el ministro Miquel Iceta-", ha admitido el senador del Partido
Aragonés Clemente Sánchez-Garnica, quien ha recordado que España tiene
"abiertos dos procedimientos sancionadores" por parte de la Unión
Europea (UE) por incumplir sus obligaciones en materia de empleo público.
Las críticas también
han llegado desde el grupo parlamentario Izquierda Confederal (que agrupa a
Compromís, Más Madrid, Geroa Bai y En Comú Podem, entre otras formaciones),
cuyo portavoz, Carles Mulet, ha pedido al Ejecutivo "respeto" al
Senado y le ha instado a tener en cuenta las enmiendas de los grupos para
mejorar el documento.
"El margen para
que prosperen es nulo. Es una práctica que mina la confianza que tenemos en el
actual Gobierno (...) Les pedimos que rectifiquen, porque hablamos de mejorar
la situación de muchísimas personas", ha esgrimido Mulet, quien, no
obstante, ha reconocido que el texto final está "más cerca" de su
posición de partida que la que tenía el Ejecutivo en un principio.
Por el contrario, el
senador socialista Santiago José Castellà ha defendido que el proyecto de ley
sí ha sido consensuado y ha recalcado que el problema de la interinidad se
concentra en ayuntamientos, diputaciones y gobiernos regionales, ya que
"la Administración General del Estado cumple con creces el mandato de
cuotas de temporalidad".
Uno no se da cuenta de repente. Es un proceso que te va envolviendo poco a poco. Se empieza por el desconcierto, no sabes qué te pasa, por qué te cuesta levantarte o por qué no tienes ganas de ir a trabajar. No puedes descansar por las noches, porque la cabeza se enreda con los problemas del trabajo. Empiezas a ser pesimista. Ves las cosas peores de lo que realmente son y surgen problemas cuando antes eran simples incidencias. Todo ello te hace estar de mal humor y lo pagas con los que te rodean. Poco a poco, te vas aislando, tu autoestima personal se cae a los suelos y comienzas a dudar hasta de tus propias capacidades profesionales”.
Con estas palabras explica un afectado por el síndrome del trabajador quemado o burnout, como se le conoce en inglés, el proceso por el que atraviesa. La Organización Mundial de la Salud lo definió en 2019 como estrés crónico en el puesto de trabajo con tres claras consecuencias: sentimiento de agotamiento profundo, una actitud negativa hacia el trabajo y una reducción de la eficacia profesional. La covid-19 ha acentuado esos síntomas. “Nos hemos sentido más vulnerables por los acontecimientos y somos más proclives a quemarnos en nuestro trabajo”, reflexiona Antonio Pamos, doctor en Psicología y profesor de la Universidad Camilo José Cela.
El burnout no es un problema solo de quien lo sufre, sino de la organización y de la sociedad en su conjunto. Según Jennifer Moss, autora del libro The Burnout Epidemic, las consecuencias de este síndrome suponen la pérdida de un billón de dólares en productividad anual en todo el mundo, un gasto de 190.000 millones en atención médica y la muerte de 120.000 personas al año solo en Estados Unidos a causa del agotamiento. Estamos hablando de un problema realmente serio que daña a muchas personas, que trasciende del ámbito laboral y que afecta no solo a quienes trabajan dentro de una organización, sino a otro tipo de profesionales, como autónomos o empresarios. Incluso a familiares y amigos que conviven con alguien que se encuentra quemado.
Para remediarlo, tanto las organizaciones como los propios afectados deben tomar medidas. “Caer en este síndrome lleva tiempo; salir, también. En algunos casos necesitamos apoyarnos en especialistas y en otros podemos autorregularnos si actuamos a diferentes niveles: el fisiológico, el emocional y el mental”, explica Pamos.
El primer paso consiste en reconocer que estamos quemados. Todos podemos sufrir este síndrome, pero parece que existen personas más proclives. Quienes son vocacionales o altamente dedicados pueden sufrir las consecuencias con más intensidad. Así sucede con profesores, enfermeros o profesionales del mundo de las ONG. Según la investigación de Sharon Maylor, de Walden University, algunos rasgos del carácter nos hacen ser más vulnerables a sufrir burnout. Los perfeccionistas, los introvertidos o aquellos que son muy analíticos, más sensibles a los posibles riesgos, poco impulsivos o asumen un exceso de responsabilidad de lo que sucede tienen más posibilidades de padecerlo. Por tanto, si deseamos reducir el impacto del burnout en nuestra vida, necesitamos mejorar en nuestro autoconocimiento; es decir, aprender a identificar lo que nos sucede.
Uno de los niveles sobre los que hay que trabajar es el fisiológico. “Debemos tratar de eliminar la ansiedad a través de técnicas de relajación, mejorar la respiración o mindfulness, por ejemplo”, sostiene Pamos. Para eso es importante dedicar tiempo a cuidarse, como ha demostrado una investigación. Según el análisis realizado por Yu Tse Heng y Kira Schabram, de la Universidad de Washington, las personas que dedicaron 10 minutos al día a cuidarse, con técnicas de relajación, cocinar alimentos sanos o, incluso, echarse una siesta, reducían su percepción de agotamiento al día siguiente. Además, practicar la compasión hacia los demás conseguía reducir el cinismo derivado del burnout.
Otro de los síntomas de este síndrome es la percepción de aislamiento. La manera de evitarlo es actuar en el nivel emocional; es decir, abrirse a nuevas conversaciones con personas queridas, pedir ayuda para salir del bucle mental en el que nos encontramos y recordar cómo éramos antes de encontrarnos así. No para despertar la nostalgia, sino para comprender que es un estado temporal, no algo inherente a nosotros. Que podemos salir. Como reconoce alguien que sufrió burnout, “tú mismo te conviertes en alguien tóxico porque estás mal y te rodeas de personas igual de tóxicas, que se quejan de todo cuanto sucede”. El objetivo es saber decir no a dichas relaciones y comenzar a rodearse de personas más positivas, con conversaciones más amables.
Por último, el nivel mental consiste en ampliar nuestra perspectiva personal. Es cierto que pasamos muchas horas dedicadas al trabajo, pero el trabajo es solo una parte de nosotros mismos. Valorar lo que ya tenemos, como nuestra familia, la salud o los amigos, nos ayuda a relativizar y a colocar en el sitio justo los problemas laborales y el agotamiento asociado. Lógicamente, alcanzar esta actitud lleva tiempo. A veces hace falta ayuda exterior, en otras ocasiones, tomar decisiones, como cambiar de trabajo o de amistades, pero lo importante es actuar para salir de ese agotamiento por uno mismo y por las personas que nos quieren.
El Gobierno quemó la pasada semana otra etapa más en su carrera particular por estrechar el cerco sobre el problema endémico de la temporalidad en el empleo público. El Ejecutivo de coalición PSOE - Unidas Podemos no solo consiguió la aprobación de anteproyecto de la nueva Ley de Empleo, si no también la Ley de Medidas Urgentes de Reducción de la Temporalidad en el Empleo Público.
La misma materializa que los empleados interinos del sector laboral público puedan convertirse en funcionarios por concurso de méritos. En otras palabras, que aquellos que lleven ocupando la misma plaza de forma continuada desde el 1 de enero 2016, es decir, con más de cinco años de antigüedad, puedan conseguir una plaza fija sin necesidad de superar un concurso de oposición, como antes era necesario.
Ha sido una medida polémica que levantó el recelo entre algunos sectores del funcionariado, partidos políticos como VOX o incluso la Abogacía del Estado, que alertaba de su “inconstitucionalidad”. Por ello, el texto remarca como puntual la antigüedad como aspecto clave para determinar el método y las posibilidades de acceso a una plaza fija de funcionario, en cualquier sección de las entidades públicas nacionales.
Un plazo de dos años y medio es el que se ha marcado el Gobierno en su hoja de ruta de acción para tratar de atajar la situación de temporalidad y consecuente indefinición de más de 300.000 trabajadores estatales. Para ellos, el único requisito que contempla el artículo 61.6 de la Ley del Estatuto Básico del Empleado Público (EBEP) para convertirse en funcionario es el de haber permanecido al menos más de cinco años en el cargo, es decir, llevar desde 2016 en ese puesto. A esto se le añadiría únicamente completar un concurso de méritos, que puede variar su grado de dificultad según las autonomías. Sobre todo en aquellas con segunda lengua oficial.
Asimismo, el Ministerio de Trabajo ha adelantado una novedad reciente. Los interinos podrán tener acceso a los puestos en los que están desarrollando su actividad laboral actual, donde están labrándose esa antigüedad y méritos, pero también abre la posibilidad a la creación de nuevas plazas para salir a concurso, indistintamente de que todavía no se hubieran convocado.
El calendario marca el 1 de junio de 2022 como fecha límite para ofertar las plazas temporales ocupadas y el 31 de diciembre de 2024 como final del proceso. Habrá convocatoria a nivel estatal, autonómico y de entidades locales. Aunque esta vez se extiende su radio de acción a sociedades mercantiles públicas y a entidades públicas empresariales, así como a las fundaciones y consorcios públicos.
Aquellos que no dispongan de esa antigüedad requerida de más de cinco años en el puesto para convertirse en fijos, también tendrán opciones y no estarán excluidos. Al menos los que cuenten con más de tres años. En este caso, sí que tendrán que superar un concurso - oposición además del de méritos. Como contempla el documento que se aprobó la pasada semana, los ejercicios en fase de oposición desde 2017 no serán excluyentes.
Estos potenciales funcionarios fijos mantendrán los trienios acumulados durante esos años de interinidad. “Los años como interino se tendrán en cuenta de acuerdo con lo dispuesto en la ley de reconocimiento de servicios previos en la Administración Pública”, han confirmado al respecto desde la Función Pública.
Dicho de forma más sencilla, las cuentas evidencian que todo interino que pase automáticamente a ser funcionario tendrá como mínimo un trienio acumulado y en la mayoría de los casos dos. Cada tres años, equivalente a un trienio, la tabla de retribuciones del personal funcionario para 2021 de la secretaria de Estado de Presupuestos y Gastos establece un aumento salarial anual del interino o funcionario de 206 a 618 euros, según su nivel de pertenencia. Esto quiere decir que optarán a ser fijos y se les respetará el aumento de sueldo por antigüedad.
Jesús Durán tiene la sensación de que le han arrebatado una de las pocas cosas buenas que ha traído la pandemia. Desde septiembre del año pasado alterna una semana trabajando en casa con otra acudiendo de forma presencial a su puesto de trabajo en el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). Pero esa rutina ha llegado a su fin. El Gobierno ha fijado octubre como el mes de la vuelta a la oficina, y a partir de ahora solo se permitirá como máximo un día a la semana en remoto, con la excepción de los enfermos de cáncer o inmunodeprimidos. Para Durán, de 37 años, eso significa tener que recorrer con mucha más asiduidad los 39 kilómetros que separan su casa de Málaga de la localidad de Álora, donde ejerce como jefe del área de prestaciones. “Sienta mal. Si no hubiésemos respondido se entendería, pero no ha sido el caso. Incluso hemos corrido con los gastos del teletrabajo con nuestros medios personales. Espero que más adelante, cuando se normalice todo de verdad, se flexibilicen las medidas”, afirma al teléfono mientras conduce hacia casa tras terminar su jornada.
El organismo en el que trabaja ha sufrido especialmente las consecuencias de la pandemia. El auge de los ERTE llevó el volumen de trabajo a niveles inasumibles. Esa carencia trató de paliarse con la contratación de 1.500 interinos al empezar la crisis sanitaria, pero no serán renovados. 500 de ellos ya salieron el 30 de junio, y el resto lo hará antes de que acabe el año. Durán lo lamenta porque cree que han hecho un trabajo inmenso, y si algo ha aprendido en los cinco años que lleva en el SEPE es que el trabajo nunca se acaba. “No paran de entrar solicitudes online junto a las presenciales. La falta de personal es obvia y ya existía antes de que empezara la pandemia. Somos seis mil y pico y los sindicatos estiman que deberíamos ser 10.000″. En medio de una labor tan exigente, opina que la distancia, especialmente si tienes hijos a cargo, permite una mejor conciliación. “Ante cualquier problema con los niños, como tener que ir a recogerlos antes, sabes que puedes ir en cualquier momento y luego ese tiempo lo recuperas por la tarde. Si estás en la oficina presencial, ese tiempo no lo recuperas. Eres más eficiente en casa, incluso regalas horas y resuelves más expedientes”.
El regreso a la oficina cambiará los hábitos de unos 230.000 empleados públicos de la Administración General del Estado. Carolina Frías, secretaria general de CC OO para dicho sector, sostiene que era necesario. “Aunque se pueden hacer por internet trámites de extranjería, trafico, seguridad social, SEPE o agencia tributaria, no se puede privar a la ciudadanía de su derecho a que le atienda alguien presencialmente. Tenemos una población envejecida y se tiene que mantener la presencialidad en estos servicios”. Sin embargo, estima que debían haberse permitido al menos dos días de trabajo a distancia, y censura que se deje al arbitrio de los jefes la decisión sobre cómo y cuándo quedarse en casa. “Puede llevar a desigualdades. A ti sí y a ti no porque yo lo digo. Es uno de los motivos por los que no hemos firmado esta resolución”.
En organismos como la Tesorería de la Seguridad Social, la mayoría de empleados llevan meses en un sistema de turnos presenciales. Pero hay excepciones. Una de sus trabajadoras, que prefiere permanecer en el anonimato, no ha regresado a la oficina desde que empezó la pandemia debido a motivos personales sobre los que no quiere hablar. Ahora se muestra contrariada ante la tesitura de que puedan pedirle volver. Entre otras tareas, se encarga de modificar datos personales, dar de alta a empleadas de hogar y tramitar altas en la Seguridad Social. Y está convencida de que con el teletrabajo salen ganando tanto usuarios como funcionarios.
Primero porque no cree que su regreso vaya a redundar en una mejora de la atención al público. “Es cómodo contactar con la Administración. Yo resuelvo trámites que a veces me envían el día antes a las doce de la noche. Y el usuario se ahorra el tiempo en la sala de espera, el desplazamiento, y tener que pedir permiso en el trabajo”. Y segundo por su propio bienestar. “Todos vivimos lo que supone ir al trabajo por la mañana. Va todo el mundo acelerado. Tardo casi una hora en metro, con lo que no llego hasta casi dos horas después de haberme levantado. No es lo mismo levantarte fresca con un café que trabajar tras ir en el metro atosigada. Eso sin entrar en cuestiones medioambientales. Nos estamos cargando el planeta”, esgrime. Otra de sus compañeras coincide en que la vuelta es innecesaria. “Casi toda la atención es telemática. Si se volvieran a abrir las puertas de la oficina lo entendería, pero ahora no se atiende a nadie sin cita previa. Vamos a hacer exactamente el mismo trabajo”.
Isabel Pintado, funcionaria del Ministerio de Agricultura próxima a jubilarse, dice haber detectado entre sus compañeros cierta decepción por el recorte de horas a distancia. “Disponer de un día o el equivalente a ocho horas a lo largo de la semana les parece insuficiente. Se han acostumbrado a llevar al niño al colegio y a estar en casa cuando llegan paquetes de Amazon”, relata. En su caso, no lleva tan mal el cambio. “Estoy encantada de salir de casa, quitarme el chándal y desayunar con mis compañeros. Supongo que la Administración ha estudiado los pros y contras aprendidos durante la pandemia, por ejemplo no descuidar la atención presencial a los ciudadanos. Muchos no se llevan bien con internet”. Otras, como Lourdes, tienen razones de peso para hacer el trayecto del hogar al trabajo a diario. Hace un mes empezó en el Ministerio de Educación en un puesto que no tiene nada que ver con el anterior, así que no ha faltado ni un solo día. “Si no estás allí no te enteras de nada, tienes que preguntar a unos y a otros, hay jornadas de formación... ni me he planteado no ir”.
Los sindicatos también han puesto sobre la mesa el argumento sanitario. Miguel Ángel Rozas, delegado de CSIF en el Instituto de Crédito Oficial (ICO), ve una excesiva relajación. “La pandemia no ha terminado. Parece que con lo del volcán se han olvidado de que hay un virus. ¿Dónde ha quedado eso de que el teletrabajo ha llegado para quedarse? Comer aquí cuesta 13 o 14 euros, la cafetería es muy pequeña y el edificio no está preparado”, critica.
Los bandazos del Ejecutivo no han gustado a los sindicatos, que no han respaldado la medida. Desde UGT se dicen perplejos por la actitud del Gobierno. “Cada día nos traslada un planteamiento nuevo. Tenemos firmado un acuerdo con [Miquel] Iceta que permite teletrabajar hasta tres días a la semana”, recuerdan. En abril, el entonces ministro de Política Territorial y Función Pública, Miquel Iceta, firmó ese compromiso que ahora se ha reducido para sorpresa de los representantes sindicales. “La resolución no se corresponde con la filosofía sobre la digitalización, la reducción de emisiones y el ahorro energético que defiende el Gobierno”, lamenta CSIF. Otra cuestión que solivianta a los sindicatos es que mientras se apuesta por la presencialidad para las plantillas, no sucede lo mismo con sus cursos de formación o las mesas de negociación que mantiene con el Ejecutivo.
Entre el coro de malestar, Jesús Durán ve un lado positivo a su mayor presencia en la oficina de empleo. “Imagínate cómo se siente la gente cuando la echan de su trabajo. No están en una situación psicológica buena y mientras los atiendes te lo van soltando. Muchas veces lloran delante de ti y haces de psicólogo”.
El Congreso de los Diputados comenzará en los próximos días a discutir el primer paquete de medidas para la reforma de las pensiones acordado entre el Gobierno, la patronal y los sindicatos el pasado julio. Este pacto, que ligará las jubilaciones a la evolución de la inflación y contempla un aumento de las bonificaciones por el retraso de la pensión, también incluirá un endurecimiento de las penalizaciones para aquellos que decidan adelantar su retiro profesional.
Este nuevo esquema, que pretende aumentar la vida laboral de los españoles para acercar la edad real de retiro a la legal, incluye una serie de coeficientes reductores en caso de adelantar la jubilación que dependerán del tiempo cotizado: el recorte más agresivo se le aplicará a aquellas personas que adelanten su jubilación y hayan cotizado menos de 38 años y medio (la rebaja oscilará entre el 3,26% y el 21%); en el segundo escalón se encuentran los que hayan cotizado menos de 41 años y seis meses (del 3,11% al 19%); después los que hayan cotizado menos de 44 años y medio (del 2,96% al 17%); y, por último, los que hayan cotizado más de 44 años y medio, que se arriesgarán a un recorte de entre el 2,81% (por adelantarla un mes) y el 13% (por jubilarse dos años antes).
Estos coeficientes reductores, a su vez, se traducirán en distintas cantidades dependiendo del importe de la pensión. Para una persona con menos de 38 años y medio cotizados, que tenga derecho a una jubilación máxima (cuyo importe anual se encuentra en los 37.567 euros) y que haya decidido retirarse dos años antes, el recorte sería de 7.889 euros, dejando esta pensión en 29.678 euros. Si, por el contrario, esta misma persona decidiese jubilarse un año antes en vez de dos, la reducción sería de 2.066 euros.
Por último, si este trabajador optase por adelantar el retiro tan solo un mes (se aplica una reducción del 3,26%), su pensión perdería 1.224 euros al año. Por su parte, para una pensión mínima (está en 9.569 euros) con una carrera corta (menos de 38 años y medio cotizados), adelantar dos años el retiro costará 2.009 euros anuales. Si este mismo trabajador decidiese retirarse un año antes, el recorte se queda en 526 euros anuales.
Para otro profesional, en este caso una persona con una carrera profesional un poco más larga, de menos de 41 años y medio, que decida retirarse dos años antes, el recorte oscilará entre 7.137 euros (en el caso de una pensión máxima) y 1.818 euros (una mínima). Adelantar el final de la carrera profesional un año costará entre 1.972 y 502 euros.
En el tercer escalón de cotización, para los que no llegan a superar la barrera de los 44 años y medio, el castigo por retirarse dos años antes de la edad legal (que actualmente está en 66 años, pero que irá avanzando de manera paulatina hasta los 67 años en 2027), estará entre 6.389 (para las máximas) y 1.626 euros. Por un año de adelanto, el recorte se reduce a una horquilla de entre 1.878 y 478 euros.
En último lugar, para las carreras de cotización más largas, un adelanto de dos años supondrá una reducción de entre 4.883 y 1.244 euros. Retirarse un año antes, por su parte, acarreará una penalización que oscilará entre los 1.784 (pensiones máximas) y 454 euros (mínimas).
Otra posibilidad, ya fuera de los anteriores supuestos, es que el trabajador haya accedido a la jubilación tras un despido, la cual en este caso se podría adelantar hasta cuatro años. Dependiendo del tiempo cotizado, retirarse cuatro años antes acarreará un castigo de entre el 30% y el 24% sobre el importe de la pensión; mientras que si el pensionista en cuestión solo se adelanta un mes, la penalización oscilaría entre el 0,63% y el 0,5%.
DANIEL VERDÚ
Roma - 16 SEPT 2021 - 18:49 CEST
Italia es ya el primer país del
mundo occidental que obligará a sus ciudadanos a vacunarse para ir a trabajar o
prestar servicios a domicilio, ya sea en la empresa privada o el ámbito
público. En realidad, los empleados deberán tener en regla su certificado
verde, que básicamente acredita la inmunización a través de la vacuna o la
realización en los últimos dos días de una prueba con resultado negativo. Esta
opción, sin embargo, no es viable para utilizarla a diario con fines
profesionales, por lo que las imposiciones del Ejecutivo son más bien una
fórmula técnica destinada a convencer a la población de vacunarse y terminar
definitivamente con las resistencias. Italia ya fue pionera en Europa al
introducir el pasado abril la obligatoriedad de vacunarse para los trabajadores
sanitarios. Hace unas semanas dio un paso más e implantó el uso obligatorio del
certificado covid también para los profesores.
El salvoconducto será a partir
del 15 de octubre obligatorio para todos los trabajadores, un sector que abarca
a 23 millones de personas. Da igual si son autónomos, si se trata de servicios
a domicilio como el fontanero o las cuidadoras, si trabajan en multinacionales
o son funcionarios de la Administración. Solo los autónomos que trabajan en su
domicilio han quedado eximidos. En el caso de los empleados, el trabajador será
enviado a su casa si no tiene el certificado. Si no lo presentase en un plazo
de cinco días, se le suspenderá de sueldo y podrá ser multado con hasta 1.000
euros. La posibilidad de despedirlo, que también estaba sobre la mesa, ha
quedado descartada por considerarse inconstitucional. Son los empleadores
quienes deberán organizarse creando alguna figura que se dedique a controlarlo.
Si no lo hicieran, también se expondrán a las mismas sanciones. “Esto es algo
que no se ha visto en ningún lugar de Europa”, lanzó el ministro de
Administraciones Públicas en una rueda de prensa en la que también participaron
los responsables de Justicia, Sanidad y Asuntos Regionales.
Sevilla/14-07-2021: Sanitarios
administran la vacuna de Pfizer en el centro de vacunación instalado en el
Estadio Olímpico de Sevilla.
FOTO: PACO PUENTES/EL PAIS
Casi la mitad de los españoles
cree que la vacunación contra la covid debería ser obligatoria
La medida, sin embargo,
trasciende a Europa y no tiene parangón en el mundo occidental. EE UU impuso
hace una semana la obligación de vacunarse a 100 millones de trabajadores. Se
trataba de aquellos empleados en empresas con plantillas superiores a 100 personas
y a trabajadores federales. Pero en ningún caso se llegó al extremo que ahora
impondrá Italia, que solo dejará fuera de esa norma a quien realice teletrabajo
o a quien no pueda vacunarse por razones médicas (en ese caso servirá el test
de antígenos realizado, como mucho, dos días antes). De hecho, el mismo decreto
obliga a bajar los precios de las pruebas: cero euros para quien no pueda
vacunarse, ocho para los menores y 15 para los mayores de edad, hasta el 31 de
diciembre. La idea de la extensión del certificado es persuadir a los
antivacunas y a unos tres millones de trabajadores que se encuentran indecisos
ante la necesidad de recibir el suero.
El certificado covid o pase
verde, como se conoce en Italia, se ha convertido ya en una herramienta imprescindible
para la vida cotidiana. Se trata, en suma, de una obligación general de
vacunación para la población. Pero sin recurrir a una medida cuya
constitucionalidad sería algo dudosa y que todavía genera reticencia entre
algunos sectores. “El certificado es un instrumento para tutelar los espacios
de libertad que hemos conquistado con mucha fatiga”, señaló tras el Consejo de
Ministros la titular de Asuntos Regionales, Maria Stella Gelmini. Se exige ya
para comer en el interior de los restaurantes, para entrar en teatros, museos,
cines y gimnasios o viajar en trenes de larga distancia. En Italia cerca del
65% de los 60 millones de habitantes del país ha recibido la pauta completa de
vacunación y el 73% se ha inmunizado con al menos una dosis. Estas cifras están
ligeramente por encima de la media de la Unión Europea: el 60% tiene la pauta
completa, y un 66%, al menos una dosis. El Ejecutivo ha ido extendiendo de
manera gradual sus usos, no exento de oposiciones. El mero planteamiento de
hacerlo obligatorio solo para los trabajadores públicos ya ha desatado
protestas y conflictos con los sindicatos estos días.
Un agente de policía comprueba el
certificado verde de una mujer en la estación de tren Porta Garibaldi de Milán.
Un agente de policía comprueba el
certificado verde de una mujer en la estación de tren Porta Garibaldi de
Milán.LUCA BRUNO / AP
El principal roce en el seno del
Ejecutivo de coalición se ha producido con la Liga de Matteo Salvini, que hasta
el último momento mantuvo la duda sobre si iba a apoyar la medida. Parte de su
electorado rechaza el salvoconducto y la idea de vacunación obligatoria. Pero
la otra mitad, especialmente aquella que pertenece a la vieja Liga Norte y se
encuentra más cerca del mundo empresarial, como los gobernadores de regiones
como Friuli-Venezia Giulia o Véneto, han presionado para que fuera aceptado.
La concesión supone una nueva
derrota de Salvini, especialmente preocupante para sus intereses cuando sus
votantes más radicales están yendo en masa hacia Hermanos de Italia, el partido
de la ultraderechista Giorgia Meloni, la única formación que ha quedado fuera
del Ejecutivo y que representa ahora de forma más nítida las posiciones
soberanistas. La exigencia del establishment de que modere sus posiciones
contrastan con la falta de un proyecto más centrado. Y las dudas estratégicas
le están creando un enorme problema en los sondeos.
Draghi ha demostrado en los
últimos meses que no se deja influir por el infinito ruido de la política
italiana. Una ventaja evidente para sacar adelante la complicada agenda de
reformas que ha diseñado y llegar al objetivo de la inmunidad de rebaño en
Italia. Pero algunos sectores critican que el Parlamento haya quedado a veces
silenciado por el rodillo que ha aplicado.
En el Gobierno ha habido también
discusión entre ministros de distintos partidos a propósito de las salas
culturales. El ministro del ramo, Dario Franceschini, había pedido que la
obligación del certificado verde para casi todas las actividades públicas,
incluidas el trabajo desde el 15 de octubre, comportase volver a recuperar la
capacidad normal en los recintos culturales. Pero el ministro de Sanidad,
Roberto Speranza, se ha negado y Draghi se puso de su lado. En 15 días, el
Gobierno decidirá si relajar medidas de distanciamiento en lugares de reunión.
Pero de forma orgánica, no solo en salas culturales.
Tenemos un complejo idilio con las pantallas. No podemos quitarles el ojo de encima, pero qué alivio cuando los cerramos un poco, qué descanso... Tras mirar unas horas el ordenador o la tablet, los ojos se irritan, así que tras el incremento de uso durante la pandemia se ha agrandado el problema. Quienes trabajan habitualmente con pantallas pueden llegar a sufrir el conocido como síndrome visual informático, que se traduce en irritación ocular, visión borrosa, dolor de cabeza y de cuello... En el Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas (CNOO) cifran hasta en un 90% la cantidad de personas afectadas entre aquellos que utilizan el ordenador más de tres horas seguidas al día, sobre todo si el ambiente es seco.
¿Tres horas?, pensarán muchos. Y ocho... más incluso, que un estudio realizado por Multiópticas ha revelado que durante la época de confinamiento muchos españoles llegaban a estar pegados a la pantalla hasta 14 horas al día, entre videollamadas, trabajo o deberes, al margen del rato dedicado al ocio. Lo que, automáticamente tuvo como consecuencia un incremento de las molestias: el 31% sufría dolor de cabeza, el 25% escozor de ojos, el 22% sequedad ocular, al 20% le costaba enfocar, el 17% acababa con los ojos enrojecidos y al 16% le empeoró la visión.
Aquí dudas y consejos de uso para proteger nuestros ojos de las pantallas.
¿Por qué se resecan los ojos?
En la Sociedad Española de Oftalmología (Oftalmoseo) explican que el ojo está enfocado naturalmente para ver de lejos y a una distancia media. Enfocar a corta distancia le supone un esfuerzo, al que se suma la falta de parpadeo –el método natural que tienen los ojos para hidratarse– debido a la concentración que requiere estar atento a lo que se está mirando. Esta disminución de la frecuencia de parpadeo produce sequedad de ojos, irritacion ocular y fatiga visual, lo que se conoce como enfermedad de ojo seco. La mejor prevención, indican los especialistas, es parpadear de forma consciente con frecuencia y utilizar gotas humectantes (lágrimas artificiales) cuando se note la sequedad.
¿Aumenta el riesgo de miopía en niños?
En el caso de los niños hay que tener en cuenta que sus ojos siguen desarrollándose. Los expertos recomiendan que no miren pantallas antes de los 2 años y que esté muy limitado hasta los 5. La miopía tiene un componente genético, pero también influyen factores ambientales y la luz natural es fundamental para el desarrollo ocular de los más pequeños. Hay informes que calculan que por cada hora al día que pasa un niño al aire libre se reducen en un 2% las probabilidades de que desarrolle miopía.
Si llevo gafas...
La Oftalmoseo afirma que no llevar la graduación o corrección adecuada supone un esfuerzo muscular del ojo para mantener una imagen nítida, lo que puede producir dolor ocular y de cabeza, así que es preciso tener las gafas o lentes de contacto adecuadas. El Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas recomienda que haya unas específicamente para el ordenador.
¿Cada cuánto conviene descansar la vista?
Sin duda, es uno de los métodos preventivos más útiles y recomendados por los especialistas. La Sociedad Española de Oftalmología apuesta por la regla del 20-20-20, según la cual cuando se esté fijando la vista mucho tiempo una pantalla hay que mirar cada 20 minutos durante 20 segundos a 6 metros de distancia. El CNOO realiza unas recomendaciones similares, con pausas de 15 minutos cada dos horas para que los ojos descansen y asomarse a la ventana cada 20 minutos o mirar al infinito durante 20 segundos para que cambie el enfoque de los ojos.
Durante este tiempo de descanso no hay que utilizar otra pantalla, esto es, de nada sirve descansar del ordenador si miramos el móvil. Lo recomendable es aprovechar para parpadear y mirar a lo lejos.
¿Afectan las condiciones ambientales?
El aire acondicionado y la calefacción incrementan la sequedad en el ambiente y, por tanto, la de los ojos. Se puede evitar con algún humidificador o con el uso de lágrimas artificiales.
A qué distancia debe colocarse: Lo ideal es situar la pantalla a una distancia de entre 35 y 50 centímetros en el caso de las pequeñas –móvil y tablet– y un mínimo de 55 para el ordenador, que debe estar frente a los ojos para que el cuello mantenga una posición neutral y no se fuercen las cervicales ni los músculos.
¿Y la altura?: En ordenadores, el horizonte visual debe sobrepasar un poco el borde superior del monitor.
Brillo y resolución: Al leer en una pantalla se fuerzan los ojos más que en el papel debido, entre otras razones, a que los caracteres están menos definidos, hay menos contraste y suele haber reflejos. Cuanto mayor sea la resolución de pantalla, más clara será la imagen y menos se tendrá que forzar el ojo, con lo que habrá mayor confort visual, advierten en el Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas. Si con una resolución alta se ven las letras pequeñas, hay que compensar aumentando el tamaño de la fuente. El contraste debe estar en el punto donde mejor se lean las letras respecto al fondo; y el brillo no debe ser ni demasiado intenso ni demasiado tenue.
La iluminación: Hay que evitar los deslumbramientos y reflejos usando cortinas en las ventanas. La luz ambiental debe ser tenue, mejor si es más baja que la del dispositivo que estamos mirando, pero que permita ver la pantalla y la habitación. El monitor o móvil deben estar de manera perpendicular a las ventanas o las fuentes de iluminación intensa para que no haya brillos.
Volveremos al despacho, pero nada será igual. La pandemia ha dado un empujón a un cambio cultural en el trabajo delante de una pantalla. ¿Cuánto se quedará del teletrabajo a largo plazo? Expertos, empresas y trabajadores debaten sobre los pros y contras, mientras las fórmulas híbridas van ganando terreno y los espacios de oficina mutan
Ana Alfagemelveremos al despacho, pero nada será igu
Cuando Pilar Solares se despierta
y desde la cama ve las montañas que circundan el valle del Tiétar (Ávila), aún
no se lo puede creer. Está tomando posesión de un chalé de dos plantas por el
que paga menos de la mitad de alquiler que el piso que ha dejado en Madrid.
Todavía anda atónita por poder trabajar tres
días por semana en Piedralaves, un pueblo de casas de piedra con
2.000 vecinos, a hora y cuarto de su oficina. “Es como volver a empezar, un
comienzo con muchísima ilusión y el mayor cambio que he vivido en la empresa”,
cuenta la informática de 60 años, tres décadas en Suntory Beverage & Food
(que fabrica Schweppes y La Casera), con 1.000 empleados en España. Una mudanza
vital por completo inesperada —este era su plan para la jubilación—, similar a
la que se está cocinando a distintos grados y con maduraciones variadas en el
tejido empresarial. Porque mientras Pilar desempaca el monitor y calcula
cuántas camas caben para acoger a las visitas de los fines de semana —las de
sus dos hijos, que se acaban de independizar, y sus amigos—, Suntory estrena
unas oficinas más pequeñas en un emblemático edificio sostenible del Campo de
las Naciones. Con menos puestos convencionales para trabajar, pero con salas de
reuniones, bibliotecas para concentrarse y rincones donde charlar en un sofá
con los compañeros. Allí va Pilar dos días consecutivos —”me quedo a dormir en
casa de mis padres y así les echo un ojo”, dice— tras reservar sitio con una
aplicación. Y se familiariza con un horario de entrada y salida flexible y
reuniones no más largas de 50 minutos, entre las 9.30 y las 16.30, cuando todos
coinciden. No recibirá correos electrónicos ni wasaps entre
las 20.00 y las 8.00.
El tropezón. La vuelta a la
oficina no es la de otros septiembres. Y no solo por las mascarillas, las
pegatinas o los aforos limitados en medio de esa permanente incógnita del
devenir de la pandemia. La crisis sanitaria, que envió a casa a tres millones
de empleados en marzo de 2020 con un portátil, mucha incertidumbre y una
búsqueda apresurada de herramientas digitales, fue el inesperado experimento
que impulsa un cambio cultural que ya estaba en marcha antes, pero hubiese
necesitado varios años para cuajar. De teleoperadores a directivos de banca,
los expertos calculan que entre el 30% y el 35% del trabajo en España se podría
realizar en remoto, ocupaciones que no necesitan interacción en persona para
desempeñar las tareas. Mireia Las Heras, profesora de Dirección de Personas
en las Organizaciones en el IESE, ofrece una imagen muy gráfica: “Es
como cuando tropiezas por la calle y eso te hace dar un salto hacia delante,
así ha ocurrido con la covid. Ya nadie me dice ‘esto es imposible’ o ‘esto solo
puede pasar en una empresa tecnológica”. El traspié ha propiciado la nueva vida
de Pilar y la de su empresa, ejemplo de un modelo híbrido que combina días en
casa y jornadas en la oficina. Que es alabado por muchos especialistas porque
combina lo mejor de ambos mundos. El profesor de Economía de la Universidad de
Stanford Nicholas Bloom, que investiga sobre modelos
de trabajo, lo resume así: “Proporciona suficientes ocasiones en la oficina
para innovar y hacer contactos, ahorrando tiempo en desplazamientos en los días
que se trabaja desde casa en tareas que requieren concentración”. A eso aspiran
las compañías. Más del 65% pretende implantar de aquí a 2025 una
fórmula que permita trabajar a distancia dos o tres días, según un estudio de
Boston Consulting Group, que ha entrevistado recientemente a directivos y
empleados de una veintena de grandes corporaciones españolas. Otro trabajo de
Adecco señala que la opción preferida por los empresarios es dos días a
distancia (44%) o uno (29%).
Helena
Peñas entra por videoconferencia desde la oficina de Norvento, empresa de
energías renovables de Lugo en la que trabaja.CATERINA
BARJAU
Los ejemplos se multiplican. El
gigante Telefónica, que ahora recibe a la mitad de sus empleados en semanas alternas
en la oficina, permitirá teletrabajar dos días semanales a 10.000 trabajadores
y flexibilizará el desempeño a otros 5.000 cuando pase la emergencia sanitaria.
IBM tiene su sede a un 30% de aforo máximo y habla de un “camino sin retorno”
hacia una cultura híbrida a través de su director de recursos humanos, Felipe
Alves. Bayer ha dado la vuelta a sus oficinas —ahora tiene dos tercios
destinados a espacios más colaborativos y uno a estaciones de trabajo
convencionales— y permitió optar a su plantilla entre tres tipos de contrato.
“Esperábamos que hubiese más preferencia por una fórmula presencial con un día
de teletrabajo a la semana”, dice el director financiero, Rodolphe Spina, “pero
lo eligió menos del 1%”. La inmensa mayoría, casi un 80%, escogió combinar
oficina y remoto a partes iguales y el 20% restante acude solo un día a la sede
en Barcelona.
Álvaro
Peláez, de ING, en una videollamada de trabajo desde casa.CATERINA BARJAU
Ciencia ficción. Otra mudanza
vital es la de Sergio, un ingeniero informático de 39 años que hace poco
estrenó paternidad. Ha vuelto a su tierra, León, “con los abuelos del niño a
dos manzanas de distancia”, y se ha olvidado de la hora y media diaria de metro
para ir y volver a la oficina. La empresa le ha autorizado a teletrabajar de
forma permanente. Sus compañeros podrán hacerlo tres días por semana cuando se
reincorporen en octubre. “Lo veníamos reclamando desde hace tiempo, nos ha
costado mucho”, reconoce, “y eso que ya teníamos clientes fuera de Madrid con
los que nos conectábamos a distancia a través de redes privadas”. Como en otras
compañías, el teletrabajo no ha hecho disminuir la productividad. “Estamos
facturando igual o más”, dice. Precisamente en León vivía antes de la pandemia
María, otra ingeniera de 28 años, e iba todos los días a la oficina. Se ha
mudado a casa de sus padres, en Astorga. “He pagado el coche y he ahorrado lo
que no está escrito”, asegura. Cuando vuelva a la sede de la empresa, en enero,
solo tendrá que recorrer los 50 kilómetros que separan las dos poblaciones una
vez por semana. Su novio ha encontrado trabajo en la capital maragata. Están
buscando piso.
Un
rincón de las oficinas de Bayer.CATERINA
BARJAU
En 2019 estas historias sonaban a
ciencia ficción. En España trabajaban a distancia habitualmente un 4,8% de los
empleados, por debajo de la media de la UE (5%) y 10 puntos
menos que países europeos como Países Bajos (14%) o Finlandia (13,3%), según
datos del INE. Lo hacían ocasionalmente un 3,5%. Sin embargo, las empresas
españolas estaban más preparadas para la movilidad que la media europea, un 71%
proporcionaba portátiles, algo que ayudó en la súbita emigración a los hogares
en marzo de 2020. El embate del coronavirus hizo que el año pasado uno de cada
cuatro trabajadores (25,2%) se desempeñara en remoto. Este año ha descendido a
1 de cada 10 (9,9%), más un 7,4% que combina trabajo a distancia con la
oficina, según una extensa encuesta de mayo realizada por la
Universidad Autónoma de Barcelona y Comisiones Obreras.
¿Hacia dónde iremos? El decano de
la Facultad de Relaciones Laborales y Recursos Humanos de la Universidad de
Granada, Francisco Díaz Bretones, cree que “aunque todavía es pronto para
saberlo con precisión, diversos estudios apuntan que mucho del teletrabajo se
mantendrá, en formato híbrido”. En Estados Unidos, el 80% de las firmas ha
anunciado este tipo de fórmula, según investigaciones del profesor Bloom. Eva
Rimbau, profesora de la UOC y especialista en teletrabajo, está convencida de
que no va a haber blanco o negro, nos vamos a situar en los grises. Pero
piensa: “No volveremos a los tiempos de prepandemia, pero tampoco trabajaremos
a distancia tanto como se podría”. Y en eso cree que el decreto ley del teletrabajo, que obliga a las
empresas a sufragar los gastos cuando se desempeñe en remoto más del 30% de la
jornada —al menos dos días—, va a distorsionar la evolución: “Las compañías van
a tomar una decisión condicionada”. Carlos Gutiérrez, secretario de Juventud y
Nuevas Realidades de CC OO, fía sin embargo a la capacidad de los trabajadores
para organizarse y negociar. Estos aspectos de la ley ya han sido recogidos en
importantes convenios sectoriales, el de las cajas de ahorros y la banca, por ejemplo. En ellos se
reconoce el derecho a la desconexión digital, a sufragar el material de trabajo
en casa y a una compensación mensual.
Un año de prueba. David Gea, responsable
de Pagos de ING, acude a la oficina cuando quiere o cuando acuerda reunirse con
su equipo. El banco implantó el trabajo 100% flexible a mediados
de 2020, tras experimentar con varias fórmulas más (un
día fijo semanal en remoto, dos días a elegir), pero esta fue la favorecida por
los 1.300 empleados, que estrenaron oficinas con 200 salas de reuniones,
habitáculos donde concentrarse o pequeños anfiteatros para tormentas de ideas.
Una de las plantas de los dos edificios ha sido alquilada como espacio
compartido de trabajo, manera en la que muchas empresas que optan por fórmulas
híbridas están rentabilizando sus espacios sobrantes. “Para mí esto es un 10”,
dice Gea, de 45 años, “la flexibilidad te facilita la conciliación y, sobre
todo, te da tiempo. Y en Madrid es dificilísimo tenerlo. No volvería a trabajar
como antes”. Esas horas ganadas son para caminatas y estiramientos diarios,
llevar a su hija a jugar al fútbol o ir a comer con su madre. Las encuestas
internas corroboran el parecer de Gea. Los expertos glosan precisamente este
modelo, en el que los equipos y los empleados deciden cómo organizarse. “Es que
haces políticas para la gente en la que confías”, asegura el director de
Recursos Humanos de ING, Isaac Vitini. Han tenido sorpresas: “Pensaba que los
más jóvenes iban a querer quedarse en casa, pero no es así, vienen a la oficina
para estar con gente”. ¿Problemas? “Ha habido sobrecarga digital. A distancia,
la manera de interactuar solo es una, a través de la pantalla, por eso
insistimos mucho en que las reuniones se hagan también por teléfono”. Pero lo
más revelador ha sido que las reducciones de jornada han descendido un 50%.
“Teníamos un modelo de trabajo que estaba perjudicando a las mujeres”.
Mesa
“caliente” en las oficinas de Bayer en Barcelona, donde no hay sitios
asignados.CATERINA BARJAU
¿Igual que antes? Carlos, de 28 años, es
un alto funcionario de un organismo estatal que ahora va un día a la oficina.
“Pero la pretensión es que volvamos presencialmente, hay bastante consenso por
parte de los jefes y disenso de los de abajo”, se lamenta. “Creo que existe una
relación de desconfianza”. Su compañera María, de 36 años, madre de una niña de
dos, también se siente molesta: “Con lo que se ha conseguido en remoto, me
parece una enorme falta de respeto, todo el mundo ha respondido y hemos sido
muy flexibles”. Fuentes de la Secretaría de Estado de Función Pública aseguran
que se pretende implantar durante este mes “un mayor volumen de presencialidad”,
tras negociar con los sindicatos.
Hay una brecha entre lo que
demandan los trabajadores —menos del 10% quiere volver a un trabajo 100%
presencial, según varios sondeos (entre ellos, uno del IESE), y dos de cada
tres desean un modelo híbrido— y lo que quieren las empresas: aunque el 45%
tiene claro que mantendrá el teletrabajo, según un estudio de Infojobs, un 17%
ni se lo plantea y el resto todavía está barajando qué modelo implantar.
Un
trabajador solitario en su oficina.CATERINA
BARJAU
En un panorama que se encamina al
trabajo híbrido, Wall Street abandera por el contrario, el presencialismo. Es
el caso de Morgan Stanley, JP Morgan o Goldman Sachs. Mantienen que la oficina
es el escenario de la innovación donde se transmite la cultura corporativa y se
forma a quienes se incorporan a la plantilla, por lo que ese aprendizaje se ve
mermado si se hace en remoto. En España, empresas como Mapfre, por ejemplo,
apuestan por regresar al modelo mayoritariamente presencial, aunque por ahora
mantienen una fórmula híbrida en la que el 90% de sus 11.000 empleados acuden a
la oficina en turnos semanales alternos. “El seguro es una actividad muy pegada
al cliente y este modelo nos permite cumplir con nuestros compromisos con
ellos”, insiste Elena Sanz, directora de Personas y Organización de la empresa.
El teletrabajo tiene sus
inconvenientes, señalados por estudios y expertos: soledad, aislamiento, falta
de ergonomía, desconexión de la organización y pérdida de las relaciones
informales que se dan en la oficina. Y sus ventajas: se ahorra tiempo y dinero
en desplazarse al trabajo (y el estrés que implica), facilita la conciliación y
la concentración. También la productividad (19%) y la calidad del trabajo
(18%), según las investigaciones de la profesora Las Heras. Eso destaca la
ingeniera Helena Peñas, madre de tres hijos. Vive en Ferrol pero trabaja en
Lugo, en la empresa de energías renovables Norvento. “Me ahorro dos horas de
coche cada día de los dos que no voy. Para mí es el modelo ideal, porque
también puedo tejer lazos con los compañeros en la oficina”.
Un
espacio de trabajo colaborativo en Barcelona.CATERINA
BARJAU
Se busca trabajo, 100% remoto. En 2019 en
Infojobs se registraban 20.000 búsquedas de empleo a la semana con la palabra
“teletrabajo”. A finales de abril de este año se alcanzó el pico de 700.000. Se
habían multiplicado por 35. Las ofertas también se han disparado, pero en menor
medida. El año anterior a la pandemia se publicaron 34.000 anuncios que
publicitaban trabajo en remoto. Una gota en un océano de casi tres millones de
ofertas. Pero en la primera mitad de este año fueron 225.000, sobre todo de
teleoperadores, seguido de agentes inmobiliarios y desarrolladores. “Estamos en
un cambio de paradigma”, dice Mónica Pérez, portavoz de Infojobs y responsable
de estudios. Adevinta, la compañía de la que forma parte, con 1.100 empleados,
también está mutando. “Nos iremos a una fórmula híbrida con un gran componente
en remoto, pero tenemos claro que queremos tener una parte presencial para la
creación y colaboración”.
Exterior
de las oficinas de la Ciudad de la Justicia, en Barcelona. Todos los
trabajadores se han incorporado presencialmente.CATERINA BARJAU
Juan Roldán, de Spring
Professional, recluta a los mejores talentos en el entorno legal y da fe de la
transformación en un sector con tradición de presencialismo: “Se ha perdido el
tabú del candidato para pedir trabajo a distancia. Se nos han caído aspirantes
porque las empresas no lo ofrecían, y aunque son muy reacios, se han dado
cuenta y están rectificando”. Nacho Rodríguez, director de Repeople, una
empresa de cotrabajo y coliving (edificios dotados de espacios
para actividades comunes con los vecinos) en Canarias y miembro de la Asociación
Mundial de Teletrabajo, cree que las fórmulas en remoto están teniendo “una
demanda espectacular. Hay un cambio estructural y no va a haber vuelta atrás.
Un segmento más radical de las empresas va a prescindir de su oficina, aunque
para evitar el déficit de socialización organizarán encuentros para trabajar y
para conectar. Los trabajadores demandan esa flexibilidad que ya han probado, y
si son buenos se van a ir a trabajar a un sitio que se lo permitan”.
Precisamente retener y atraer
talento impulsó a la empresa de ciberseguridad Tarlogic, que ya cuenta con la
jornada de cuatro días sin rebaja de sueldo, a sumar a sus muchos beneficios
sociales que sus 100 empleados trabajen preferentemente en remoto desde julio.
Conservan sus sedes en Santiago y Madrid, explica Koldo Muñoz, su jefe de
operaciones, pero serán sobre todo centros de representación para reunirse con
los clientes y para encuentros entre trabajadores. La consultora Jennifer
Torres, de 25 años, es una de ellas. Siempre había soñado con entrar ahí. Y se
llevó una sorpresa adicional: “La empresa te cuida tanto que me siento más
acompañada que cuando trabajaba presencialmente en otro sitio”. Y se ahorra el
viaje diario a la oficina y come más sano. “Tanto física como psicológicamente
estoy mucho mejor”.
La oficina, ese lugar. El arquitecto Guzmán de Yarza ayuda en nombre de la consultora inmobiliaria JLL a empresas e instituciones a implantar nuevas formas de trabajar. “Estamos más ocupados que nunca”, dice, “ahora no hay una sola compañía que no se cuestione su organización, están debatiendo cuál va a ser su modelo. Nadie tiene la bola de cristal, pero existe una gran demanda social de flexibilidad”. Cree que la oficina es más importante que nunca, pero dándole la vuelta, no valdrán las atmósferas asépticas e incómodas, sino un concepto de “oficina destino” que atraiga a los empleados, en edificios de gran calidad, algo más parecido a un club de socios donde conectar con clientes y compañeros para crear lo que él denomina “serendipia diseñada”, esa que sustituye a la charla espontánea alrededor de la máquina.abajo delante de una pantalla. ¿Cuánto se quedará del teletrabajo a largo plazo? Expertos, empresas y trabajadores debaten sobre los pros y contras, mientras las fórmulas híbridas van ganando terreno y los espacios de oficina mutan
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