“Somos el único país que ha creído en su propia leyenda negra, y eso nos frena para avanzar y proyectarnos al mundo”, subrayó.
Con estas palabras, el exministro de Defensa y expresidente
del Museo del Prado, Eduardo Serra Rexach, abrió un diagnóstico crítico sobre
la actitud de los españoles hacia su propia identidad y legado histórico.
Serra afirmó que España no solo es víctima de una narrativa
externa que minimiza su relevancia histórica —como la conocida leyenda negra—,
sino que además se ha convertido en cómplice de esta visión, adoptando una
autocrítica excesiva que impide valorar sus logros.
“Somos el único país que ha creído en su propia
leyenda negra, y eso nos frena para avanzar y proyectarnos al mundo”, subrayó.
Una contundente declaración con la que Serra puso el foco en
lo que considera un problema estructural de la sociedad española:
la alarmante falta de autoestima que, combinada con una actitud autocrítica
extrema, lo que actúa como un freno para el desarrollo del país y su proyección
internacional.
Fue durante la clausura del II Congreso de la Abogacía Humanista, celebrado entre
el pasado miércoles y jueves en la sede de ISDE, en Madrid.
“España ha contribuido al mundo de forma extraordinaria,
pero nosotros mismos minimizamos nuestros logros y magnificamos
nuestros defectos”, señaló, recordando cómo la lengua española, el arte y la conexión con
Hispanoamérica representan pilares de un legado cultural que, sin embargo, no
es suficientemente reivindicado por los propios españoles.
“Un país que no cree en sí mismo
difícilmente puede avanzar con confianza en un mundo cada vez más competitivo”.
El exministro también destacó, durante su conferencia
magistral de clausura, al que introdujo Martín Hernández-Palacios,
presidente de Abogacía Humanista y director del Congreso, cómo esta autocrítica
desmedida contrasta con la percepción que otros países tienen de sí mismos.
“Mientras que en naciones como Rusia la autoestima nacional
es altísima, incluso cuando enfrentan críticas externas, en España ocurre lo
contrario: nos infravaloramos incluso en aquellos aspectos donde tenemos
fortalezas indiscutibles”, añadió.
Para Serra, romper con esta dinámica no solo es necesario,
sino urgente, ya que “un país que no cree en sí mismo difícilmente
puede avanzar con confianza en un mundo cada vez más competitivo”. Esta
llamada de atención busca invitar a la reflexión y al cambio de perspectiva,
resaltando que la autocrítica, cuando es excesiva, puede convertirse en un
obstáculo tan grande como la falta de ambición.
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Con estas palabras, el exministro de Defensa y expresidente
del Museo del Prado, Eduardo Serra Rexach, abrió un
diagnóstico crítico sobre la actitud de los españoles hacia su propia identidad
y legado histórico.
Serra afirmó que España no solo es víctima de una narrativa
externa que minimiza su relevancia histórica —como la conocida leyenda negra—,
sino que además se ha convertido en cómplice de esta visión, adoptando una
autocrítica excesiva que impide valorar sus logros.
“Somos el único país que ha creído en su propia
leyenda negra, y eso nos frena para avanzar y proyectarnos al mundo”, subrayó.
Una contundente declaración con la que Serra puso el foco en
lo que considera un problema estructural de la sociedad española:
la alarmante falta de autoestima que, combinada con una actitud autocrítica
extrema, lo que actúa como un freno para el desarrollo del país y su proyección
internacional.
Fue durante la clausura del II Congreso de la Abogacía Humanista, celebrado entre
el pasado miércoles y jueves en la sede de ISDE, en Madrid.
“España ha contribuido al mundo de forma extraordinaria,
pero nosotros mismos minimizamos nuestros logros y magnificamos
nuestros defectos”, señaló, recordando cómo la lengua española, el arte y la conexión con
Hispanoamérica representan pilares de un legado cultural que, sin embargo, no
es suficientemente reivindicado por los propios españoles.
“Un país que no cree en sí mismo difícilmente puede
avanzar con confianza en un mundo cada vez más competitivo”.
El exministro también destacó, durante su conferencia
magistral de clausura, al que introdujo Martín Hernández-Palacios,
presidente de Abogacía Humanista y director del Congreso, cómo esta autocrítica
desmedida contrasta con la percepción que otros países tienen de sí mismos.
“Mientras que en naciones como Rusia la autoestima nacional
es altísima, incluso cuando enfrentan críticas externas, en España ocurre lo
contrario: nos infravaloramos incluso en aquellos aspectos donde tenemos
fortalezas indiscutibles”, añadió.
Para Serra, romper con esta dinámica no solo es necesario,
sino urgente, ya que “un país que no cree en sí mismo difícilmente
puede avanzar con confianza en un mundo cada vez más competitivo”. Esta
llamada de atención busca invitar a la reflexión y al cambio de perspectiva,
resaltando que la autocrítica, cuando es excesiva, puede convertirse en un
obstáculo tan grande como la falta de ambición.
Durante su intervención estacó tres grandes contribuciones de
España al mundo: la lengua española, Hispanoamérica y el Museo del Prado.
A propósito de su etapa como presidente del museo, recordó
que cuando asumió el cargo, “parecía una institución penitenciaria”.
Según explicó, el museo carecía de una gestión moderna y de
una experiencia accesible para los visitantes, algo que trabajó por
transformar. “Me decían que las obras maestras hablan por sí mismas.
Pero no es suficiente; necesitamos comunicar y conectar con la gente”,
reflexionó.
De 65 años a más de 80 en menos de un siglo
Serra también se refirió al cambio significativo
experimentado por la demografía en la historia reciente, y que ha estado
marcado por el aumento sostenido de la esperanza de vida y la disminución de
las tasas de natalidad, especialmente en los países desarrollados.
«A principios del siglo XX, la esperanza de vida mundial
rondaba los 30 a 40 años debido a altas tasas de mortalidad infantil y
enfermedades infecciosas. Sin embargo, los avances en medicina, higiene,
nutrición y las políticas de salud pública han transformado este panorama«,
recordó.
Hace aproximadamente un siglo, cuando se introdujeron los
sistemas de pensiones en muchos países, la esperanza de vida media era de unos
65 años.
En ese momento, llegar a esta edad era considerado
excepcional y los años posteriores a la jubilación eran pocos. Hoy, en países
como España, la esperanza de vida ha superado los 83 años, siendo una de las
más altas del mundo. Esto implica que una persona que se jubile a los 65 años
puede vivir más de dos décadas adicionales, un cambio que tiene profundas
implicaciones sociales y económicas.
Este incremento en la esperanza de vida ha dado lugar a una
nueva etapa en la vida, denominada a menudo como la «Silver Economy». En lugar
de considerar a los mayores de 65 como personas inactivas, se promueve su
participación activa en la economía y la sociedad, ya sea a través del empleo,
el voluntariado o actividades significativas. Serra afirmó: “Hemos
ganado 20 años más de vida activa, algo que nuestros sistemas de jubilación y
nuestra mentalidad deben aprender a gestionar”.
Este cambio demográfico también presenta retos importantes.
La baja tasa de natalidad en países como España, combinada con una población
envejecida, está desequilibrando los sistemas de pensiones y el mercado
laboral. Serra advirtió: “Si no adaptamos la edad de jubilación y no
integramos mejor la inmigración, el Estado de bienestar no será sostenible”.
Referencias a Guardini, Tomás y Ortega y Gasset
Durante su reflexión sobre las etapas de la vida, Eduardo
Serra citó a Romano Guardini, sacerdote católico,
filósofo y teólogo de origen italiano del siglo XX, quien en su obra plantea
que la vida se divide en siete edades, cada una con sus propios retos y
oportunidades.
Según Serra, Guardini resalta que la vejez no debe
considerarse un ocaso, sino una etapa nueva y valiosa, donde las personas
pueden experimentar la misma emoción de los inicios de la vida. “Guardini
decía que cada etapa tiene su belleza, y la vejez es una oportunidad para vivir
con plenitud, con menos prisas y más reflexión”, explicó.
También trajo a colación las ideas de Tomás de Aquino sobre
el trabajo y el ocio. De acuerdo con el ministro, Tomás consideraba que el
trabajo no debería ser visto solo como una carga o una obligación, sino como
una forma de participar en el orden divino de la creación.
Sin embargo, destacó que el ocio, entendido no como
pasividad, sino como la búsqueda del conocimiento y la contemplación, es
igualmente esencial. “Tomás defendía el valor del ocio activo, que
permite a las personas desarrollar su espíritu y su intelecto, algo que
deberíamos aplicar más en la tercera edad”, señaló.
Finalmente, Eduardo Serra hizo referencia a José
Ortega y Gasset, destacando su profunda sabiduría al dividir la vida
adulta en dos etapas: de los 30 a los 45 años, donde “se trata de
cambiar el mundo”, y de los 45 a los 60 años, donde “se trata de
que el mundo no cambie».
Esta visión de Ortega, explicó, es clave para entender cómo
se produce el cambio en la sociedad: “Ortega decía que la historia se
crea en la relación entre quienes quieren cambiar el mundo y quienes buscan
conservarlo”.
Además, el filósofo madrileño insistía en la importancia de
vivir activamente cada etapa de la vida, un principio que Serra considera
fundamental en el contexto de la “Silver Economy”.
El exministro de Defensa recordó lo que decía el filósofo
José Ortega y Gasset: De los 30 a los 45 años el
hombre trata de cambiar el mundo y de los 45 a los 60 trata de que el mundo no
cambie.
Europa: un gigante fragmentado
En cuanto al papel de Europa en el mundo, Serra fue
categórico: “Europa no existe fuera de la mente de los europeos. Cuando
vas a China, India o Australia, saben lo que es Alemania, Francia o Inglaterra,
pero no entienden lo que es Europa”.
Para él, esta fragmentación interna pone en peligro la
relevancia del continente en un mundo cada vez más globalizado.
A propósito de la guerra en Ucrania, señaló las divisiones
internas entre los Estados miembros: “Mientras que Francia e Italia no
quieren que pierda Rusia por temor a que alguien peor que Putin tome el poder,
los países nórdicos y el Reino Unido buscan su derrota total”.
Esta falta de consenso, añadió, refleja una incapacidad
estructural de Europa para actuar como un bloque unido.
Para concluir, Serra compartió las lecciones más valiosas que
ha aprendido a lo largo de su vida: “La enseñanza más importante es que
hay que tener responsabilidad y sentido del humor”.
El humor, explicó, permite a las personas “salirse de
sí mismas y mirarse con cariño, pero sin tomarse demasiado en serio”.
Y enfatizó que “se disfruta más dando que recibiendo”,
una máxima que considera esencial tanto en la vida personal como en la
construcción de una sociedad más generosa y cohesionada.
Con su intervención, Eduardo Serra ofreció una mirada crítica
pero esperanzadora sobre los desafíos y las oportunidades de España, animando a
los españoles a superar sus complejos históricos y abrazar con confianza su
papel en el mundo actual.
“Si aprendemos a querernos y a
adaptarnos, no hay nada que no podamos lograr”, concluyó.
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