lunes, 17 de noviembre de 2025

Una alternativa al capitalismo es posible, al menos en las viñetas de los cómics

 Una oleada de tebeos recientes se vuelca en facilitar la comprensión de la economía y denunciar la explotación laboral y sus consecuencias sociales, ambientales o de salud mental


Detalle de la portada de 'Elon Musk. Retrato de un oligarca', de Darryl Cunningham, editado por Planeta Cómic.








Todos los humanos se ríen, lloran, comen, duermen, aman. Aunque la mayoría del día se les va en otra actividad universal: trabajar. Así que muy compartidas, de un lado a otro del planeta, son también las quejas al respecto. Demasiadas horas, estrés, exigencia, renuncias y unos cuantos etcéteras. Desde que triunfó, el capitalismo neoliberal repite que no existen alternativas. Últimamente, sin embargo, ha surgido una opción sencilla para cuestionarlo. O para conocer las reglas y sombras del juego en el que todos participamos. Basta con leerse uno de los muchísimos cómics sobre economía, explotación y demás estropicios laborales que no paran de publicarse. Resulta que otro mundo sí es posible, al menos en los tebeos.

El cómic que retrata cómo el acoso moral puede llevar a un trabajador al suicidio

“Tenemos que entender la economía por nosotros mismos, o estamos a la merced de cualquier charlatán”, alerta el escritor Michael Goodwin. Él mismo ha aportado un granito de arena: primero, buceó en décadas de tratados y pensadores; luego, en Economix (Lunwerg), resumió en viñetas ―con dibujos de Dan E. Burr― lo que había sacado en claro: teorías, prácticas y trampas de los últimos dos siglos de desarrollo. Ahí se descubre que hasta Adam Smith, pasado a la historia como baluarte del libre mercado, denunciaba la “rapacidad” de los magnates e invitaba a recelar de sus propuestas legislativas. O se reflexiona sobre una sociedad democrática en sus estructuras, pero “dictatorial” en muchas empresas. “Cada problema o decisión pública son económicos. En EE UU, los ricos básicamente han comprado las instituciones. Si hubiéramos estructurado la economía de forma diferente, no habrían podido. Fue nuestra elección. O nunca nos lo presentaron en esos términos”, añade Goodwin.

Viñeta de 'El maravilloso mundo de Amazon', de varios autores', editado por Norma.

Economix sí lo hace. Y anula la excusa de la complejidad excesiva: ahora la comprensión -¿la indignación?- está al alcance de cualquiera. Como la reciente versión gráfica de Capital e ideología (Deusto): el tomo original, de 1.248 páginas, puede dar vértigo incluso a los adoradores de su autor, Thomas Piketty. Pero el cómic de Claire Alet y Benjamin Adan las ha reducido a 176. Las ideas del nuevo gurú de la justicia social aparecen simplificadas, aunque no menos lúcidas. Y, ciertamente, más accesibles. Las ventas han funcionado tan bien que otro ensayo de Piketty, Una breve historia de la igualdad (Deusto), acaba de dar el mismo salto, de la mano de Sébastien Vassant y Stephen Desberg. Lo que ofrece, de paso, la muestra más paradójica del poderío capitalista: hasta su crítica puede convertirse en tendencia que maximice el beneficio.

Lo cierto es que hay cómics económicos de todo tipo, tono, autor, procedencia, época y tinte. Bienvenido al mundo, del español Miguel Brieva (Astiberri), apuesta por una sátira colorida y explícita, donde una joven pregunta a su progenitora: “Oye, mami, ¿los pobres existirán de verdad?”. Desde la piscina y los privilegios en los que nadan, desde luego, no parece. El silbido al correr del aire, de Louka Butzbatch (Fulgencio Pimentel), opta en cambio por el blanco, el rojo, y la metáfora sutil: una enorme patata que amenaza con aplastar a un pueblo. Y Darryl Cunningham elige otra vía más: en Multimillonarios, antes, y en Elon Musk. Retrato de un oligarca (Planeta Cómic), ahora, subraya que la escalada hasta la cumbre a menudo sacrifica por el camino escrúpulos, legalidad y derechos de los trabajadores. Una conclusión que confirma Cómo los ricos saquean el planeta (Garbuix), de Hervé Kempf y Juan Mendez.


Menos respuestas, aunque muchas preguntas, tiene Alison Bechdel, que en Consumida (Reservoir Books) aborda otra dificultad: el capitalismo fagocita tanto que hasta el más coherente termina haciendo concesiones. Aunque Philippe Squarzoni pone a dura prueba la conciencia: quien lea La oscura huella digital (Errata Naturae) no olvidará el coste ambiental que supone el uso de teléfonos, o tecnologías, inteligentes. “La capa de hielo que cubre el Ártico tras el verano ha mermado más de un 40% desde 1979”, informa el ensayo gráfico. Cada una de sus páginas invita a la crítica, no solo a uno mismo: “En Francia 63 multimillonarios contaminan más que la mitad de la población”. Ni tampoco los envíos se pedirán tan a la ligera tras terminar El maravilloso mundo de Amazon (Norma). Está claro que salirse de la rueda se antoja difícil. A la vez, ignorar las consecuencias de hacerla correr, después de estos cómics, se hace imposible.

Más aún cuando resultan fatales. Kanikosen, del japonés Go Fujio (Gallonero), adapta al manga una doble historia de muerte: el escritor comunista Takiji Kobaiashi denunció en 1929 en la novela homónima la esclavitud laboral a bordo de barcos pescaderos en su país, pero le costó su propia vida, debido a las torturas de la policía en 1933. Y Cuando el trabajo mata (Garbuix) no precisa más explicaciones que su título y saber que la tragedia de su protagonista está basada en hechos reales. “Este tebeo nace de una investigación periodística sobre una oleada de suicidios en compañías como Renault o France Telecom. Tras aquello surgió algo de conciencia, durante un tiempo. El problema ha sido visto, analizado, nombrado. Pero solo se modificaron detalles, mientras que la cuestión está en el sistema. De fondo, no ha cambiado nada”, lamenta el reportero Hubert Prolongeau, coautor junto con Arnaud Delalande y Grégory Mardon.

Viñeta del cómic 'Cuando el trabajo mata', de G. Mardon, H. Prolongeau y A. Delalande, editado por Garbuix

.Para Goodwin, la actualidad es incluso peor que el final de Economix, editado en España en 2024. “Estamos claramente entrando en una era distópica. Pero vale la pena recordar que se trata más bien de una utopía fallida. En concreto, la que nos vendieron los economistas del libre mercado, que funcionaba en sus ecuaciones, pero no en el mundo real, y ahora está colapsando”, destaca el escritor. Por eso realizó su ensayo gráfico. Y celebra todas las distintas reacciones que ha recibido del público: quien se limitó a terminar su cómic y está más informado; los que siguieron leyendo más y más; e incluso “economistas profesionales” de hoy que empezaron gracias a sus páginas. “A muchos nos preocupan estos asuntos, pero no sabemos dónde arrancar. Y a menudo estamos muy ocupados. De ahí que un tebeo pueda ser ideal”, continúa. Aunque la síntesis le supuso mucho esfuerzo: a posteriori, se dio cuenta de que no realizaba más de una página al día. Escribía 20, las reducía a la mitad, cortaba más y más. Ni así le valía en todos los casos: a veces tiraba lo que quedaba. Y vuelta a empezar.

“La ventaja es que llegas a más gente, y puede ser más sencillo. El problema es que lo sea demasiado y no logre transmitir toda la complejidad. O, si lo intenta, tal vez se vuelva difícil, y pierda sus ventajas”, considera Prolongeau. De ahí que Cuando el trabajo mata, respecto a la investigación original, se concentre en un solo individuo. Se llama Carlos, pero podría ser cualquiera que haya visto lo rápido que ilusión y ambición terminan rimando con depresión y explotación. Igual que la versión gráfica de Capital e ideología sigue a una familia a lo largo de las décadas, para que el lector vea lo que los descendientes a veces prefieren olvidar: fortunas y desigualdades construidas sobre esclavitud, lobby, colonialismo y estratagemas tan poco legales como éticos.

Una viñeta de 'Consumida', de Alison Bechdel, editado en español por Reservoir Books.

Frente a ello, los tebeos tienen alguna sugerencia. La renta básica universal sale citada tanto en Economix como en Capital e ideología. La antología Ecotopias (Astiberri) recoge varios cambios factibles, y dibuja un planeta más verde y otras mejoras que traerían. Y Prolongeau reclama defender la salud mental de los empleados: “La paradoja del suicidio en el puesto de trabajo es que afecta a la gente más implicada. Si te da igual tu profesión, no sientes en juego ese reconocimiento”. “Hay muchas opciones. Ni siquiera tenemos que imaginárnoslas, basta con mirar alrededor. La democracia social funciona mucho mejor que el capitalismo sin reglas según prácticamente cualquier medición”, apunta Goodwin. Hay una recomendación que, de alguna manera, las resume todas: ralentizar, poner un freno, incluso parar. Aunque sea un rato, para leerse un cómic. Goodwin agrega: “Tiene una barrera de acceso mínima, y puede sumar a más gente a estos debates. Y no solo como lectores. Hace falta apenas una persona para escribir un tebeo. Cualquiera puede empezar hoy mismo”. Siempre que encuentre tiempo, porque cada día hay mucho que hacer. Dormir, comer, amar. Y trabajar.

SOBRE LA FIRMA




























lunes, 10 de noviembre de 2025

El Estatuto del Becario marca un antes y un después en la lucha contra la precariedad juvenil

 La secretaria de Juventud de CCOO, Pau Garcia, y el secretario de Acción Sindical, Javier Pacheco, han advertido a los grupos parlamentarios de que “no cierren la puerta a los jóvenes” y faciliten el trámite del futuro anteproyecto.

















La secretaria confederal de Juventud de CCOO, Pau Garcia, junto al secretario de Acción Sindical, Javier Pacheco.

La secretaria de Juventud de CCOO, Pau Garcia, y el secretario de Acción Sindical, Javier Pacheco, han advertido a los grupos parlamentarios de que “no cierren la puerta a los jóvenes” y faciliten el trámite del futuro anteproyecto.

La aprobación del Estatuto del Becario en el pasado Consejo de Ministros marca un “antes y un después” en la lucha contra la precariedad laboral. “Llevamos años denunciando una realidad que puede, por fin, empezar a cambiar”, resaltaba la secretaria confederal de Juventud de CCOO, Pau Garcia, quien ha valorado este avance del trámite junto al secretario de Acción Sindical, Javier Pacheco.

Ambos dirigentes quisieron hacer, eso sí, un claro llamamiento a los grupos parlamentarios para que “no cierren la puerta” a la tramitación del anteproyecto de Ley. “No le pueden dar la espalda a las personas jóvenes de nuestro país”, resaltaba Pacheco.

Con más de dos años de retraso se ha dado un paso adelante para que el Estatuto del Becario pueda ser una realidad. “Observábamos una gran vulnerabilidad entre las personas jóvenes para denunciar las prácticas fraudulentas. Se había normalizado lo inaceptable”, señalaba Pau Garcia, que advertía de que el personal becario no podía, por ejemplo, contactar con la representación legal de los trabajadores ni tampoco ser incluido en los mecanismos de prevención de riesgos laborales. “Esto cambia, por fin, con el Estatuto”, remató. 

Para Garcia, también es importante recordar a becarios y becarias del país que pueden afiliarse a un sindicato, conocer a las personas delegadas de prevención y tener contacto con sus representantes. “No están solos ni solas”, aseveró. La responsable sindical ha lamentado las “sorprendente” actitud de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) y la CEOE. “Parece que estar velando por los derechos del alumnado va a acabar con todas las universidades”, ironizó. 

El secretario de Acción Sindical, por su parte, explicó que los datos del sindicato apuntan a que en España se realiza alrededor de medio millón de prácticas de forma anual. Es por tanto una obligación ofrecer un marco de derechos a todas estas personas, contando también con las administraciones públicas para desarrollar planes de formación que puedan asumir el conjunto de prácticas que requiere el modelo de formación que debe tener nuestro país. 

 “Hay que darle un horizonte a la juventud de nuestro país. No se puede abocar a las jóvenes y los jóvenes a espacios de desafección política, porque no se cumplen los objetivos de mínima suficiencia para desarrollar su proyecto de vida”, resaltaba Pacheco. 

Finalmente, Pau Garcia ha anunciado que se ha diseñado una hoja de ruta de movilizaciones para presionar a los grupos parlamentarios para que el trámite pueda realizarse con éxito, junto a una campaña de sensibilización en redes sociales y acciones a pie de calle. “Nuestra vida no puede depender de que un empresario le apetezca o no otorgarnos nuestros derechos laborales”, ha finalizado.

 

miércoles, 1 de octubre de 2025

Trump, contra la democracia: claves de un asalto para controlar EE UU

 En menos de nueve meses, el Gobierno de Donald Trump ha atacado todo lo que permite que Estados Unidos funcione: de las libertades civiles a las universidades, pasando por servicios básicos como la sanidad, mientras usa a los inmigrantes como chivo expiatorio. Todo en un momento de violencia política, con el asesinato de Charlie Kirk, que Trump intenta usar para atacar, en especial, la libertad de prensa


Aunque parezca mentira, la segunda Administración de Trump empezó hace casi nueve meses. A un ritmo frenético, y de forma sistemática, ha ido atacando todo lo que hace que este país funcione: los inmigrantes, las libertades civiles, las universidades, la libertad de prensa, los medios, los reguladores independientes, la ayuda al Desarrollo o la financiación de servicios básicos como Medicaid, por citar algunos objetivos recientes.

En el camino, la frustración, el hastío y la angustia van conquistando la república. La frustración domina entre gran parte de los votantes que apoyaron a Trump para reflotar una economía que pensaban en crisis cuando funcionaba razonablemente, pero que presenta ahora síntomas de estanflación. La complicidad activa con el genocidio en Gaza se cuestiona poco y la deshumanización del diferente como estrategia política ha encontrado en los inmigrantes su particular enemigo interior.

El hastío con decisiones arbitrarias (cuando no ilegales) deja paso a un cierto distanciamiento como forma de evitar reflexiones incómodas sobre el proceso que ha llevado a una de las democracias más dinámicas del mundo a autolesionarse. La angustia, por contra, no para de crecer incluso entre aquellos que deciden retirarse a sus torres de marfil a esperar a que, con un poco de suerte, escampe en las elecciones de medio mandato, en noviembre de 2026. El repunte de la violencia política crea nuevos mártires, como ha ocurrido recientemente con Charlie Kirk. El ruido aumenta la sensación de crisis de régimen.

La estupefacción creciente con la democracia en América refleja la necesidad de revisar algunas preconcepciones. Me centraré en dos. La primera tiene que ver con la percepción de la evolución histórica de la democracia en Estados Unidos. Se olvida con frecuencia que la democracia “más antigua del mundo” ni es tan democrática ni es tan antigua. La Constitución de 1787 fue diseñada para limitar el riesgo de una supuesta “tiranía de la mayoría’’. Sus complejos mecanismos, como la elección del colegio electoral o el equilibrio entre la representación ciudadana en la Cámara de Representantes y la territorial en el Senado, han servido para limitar el alcance político de los cambios sociales y, en cuestiones raciales, para perpetuar la exclusión efectiva del demos de la minoría afroamericana hasta bien entrados los años sesenta del siglo XX.

Desde esta perspectiva, la democracia en Estados Unidos es relativamente joven y muchas de sus élites están todavía aprendiendo a digerir la idea de que perder elecciones e influencia forma parte del juego. Convendría no confundir los mitos que sobre sí misma proyecta la democracia estadounidense con la realidad, ni transformar la belleza normativa de los textos fundadores de la república en análisis empíricos.

Cabe recordar que en la historia política de EE UU la política normal es la excepción. La violencia política alcanzó sus niveles más altos precisamente durante la culminación del proceso de democratización en los años sesenta, incluyendo linchamientos raciales en una fecha tan tardía como 1964. En ese momento comenzaba un reagrupamiento clave en la estructura de las coaliciones en el país, con el Sur abandonando su tradicional alianza con el Partido Demócrata como respuesta a los logros del movimiento por los derechos civiles. A ello siguieron la expansión del gerrymandering, la práctica de manipular las fronteras de los distritos entre censos para minimizar pérdidas de votos, la reducción de plazas en la Administración para evitar la entrada de funcionarios negros, y la brutal expansión del sistema carcelario para anular de facto el sufragio de la minoría negra a través de la aplicación excesiva del derecho penal. Al no poder manipular el demos vía restricciones raciales explícitas, se optó por el derecho penal.

La imagen es clara: a una parte no menor de las élites en EE UU solo les gusta la democracia si la pueden capturar para sus propios intereses. De otro modo, es algo molesta, y no dudan en estirar la cuerda hasta el límite para preservar su poder. Vemos un ejemplo aún reciente en la resolución de las elecciones del año 2000, donde un Tribunal Supremo previamente renovado certificó un recuento vigilado de cerca por Jeb Bush, gobernador de Florida y hermano de uno de los candidatos. En aquel momento, Trump era un ferviente demócrata, Al Gore aceptó su derrota frente a George W. Bush y el sistema, con unos consensos ya tocados por la primera ola de polarización liderada por Newt Gingrich, resistía.

La segunda idea en discusión tiene un origen más académico: las democracias ricas tienen, según los datos disponibles, una probabilidad muy baja de derrumbarse. Estados Unidos sería una democracia demasiado rica para quebrar a pesar incluso de sus elevados niveles de desigualdad. La idea es que las élites se benefician de un sistema que no las grava demasiado y los estratos inferiores se benefician de una economía dinámica y un Estado de bienestar que reduce su pulsión revolucionaria. En este contexto, tanto la sociedad civil como las élites económicas, militares y judiciales bloquearían cualquier intento ilegal de cambio de régimen. A diferencia de los treinta, no lo ven necesario. Sabiendo esto, los líderes rara vez se atreven a desafiar el sistema, y si lo hacen, fracasan. El asalto frustrado al Capitolio en enero de 2020, instigado por Donald Trump, es perfectamente compatible con este análisis. Los acontecimientos desde enero de 2025 invitan a reducir el optimismo. ¿Por qué esa sensación reciente de que todo puede ceder ante las estridencias y abusos de un autócrata vocacional? ¿De dónde viene la aparente fragilidad de la democracia “más antigua” y más rica del planeta?

Tanto las bases ideológicas del movimiento MAGA, en particular el nacionalismo supremacista blanco cristiano, como la tentación populista y su concepción instrumental del poder tienen raíces profundas. La pregunta es por qué el Partido Republicano ha renunciado a su obligación constitucional de controlar los abusos de poder de un Ejecutivo que desafía la Constitución por decreto. Y por qué una buena parte de las élites económicas, de momento, se aviene a contemporizar con Trump.

Parte de la explicación radica en que en EE UU se da una combinación de factores que hace que el ataque a los derechos civiles y los procedimientos democráticos sea particularmente extremo: un sistema bipartidista en el que la polarización ha reducido la capacidad de control de medios, jueces y, sobre todo, del Legislativo. El impacto territorial del cambio tecnológico y sus implicaciones políticas ayuda a entender estos factores que intensifican el alcance de la crisis frente a otros contextos donde fuerzas de similar perfil ideológico tensan las reglas en beneficio propio (España incluida). Como muestran los análisis especializados, la mayoría del crecimiento demográfico y económico desde 1990 se concentra en unas pocas áreas metropolitanas que albergan centros de innovación, empresas y universidades. Son áreas como Silicon Valley, Boston o Seattle. Monopolizan patentes, atraen cada vez más gente (joven y con alto capital humano) y su renta per capita crece mucho más que la del resto del país. En el otro extremo de la escala de prosperidad está una masa de condados rurales donde la renta y la población apenas crecen. Y en medio, una red de zonas suburbanas que sirven como áreas de servicio a los polos de innovación.

Una manifestación en Washington el pasado 19 de septiembre. El cartel dice: "La democracia no tiene reyes",

Sobre esta base la polarización es a la vez económica, política y social. Los demócratas se concentran principalmente en los polos de innovación. Los republicanos se nutren en gran medida de condados rurales en retroceso. Como ha mostrado el politólogo de la Universidad de Stanford Jonathan Rodden en un estudio reciente, estas últimas zonas sobreviven principalmente gracias al presupuesto federal que se financia vía impuestos sobre las zonas más dinámicas donde se concentran los demócratas. La distancia entre los dos electorados es cada vez mayor y esto se traduce a su vez en la selección de élites y en la capacidad de Trump como líder populista para mantenerlas en línea mientras socava la democracia. De hecho, la polarización educativa ha llegado al Congreso: en las últimas décadas, el porcentaje de diputados republicanos que se licenciaron en universidades de élite ha bajado del 40% al 15%. En el caso de los senadores, del 55% al 35%. Por el contrario, el porcentaje de representantes demócratas salidos de centros de élite crece ligeramente a partir de un nivel inicial del 45%-50%. A medida que la afinidad social entre partidos decrece, la posibilidad de alianzas entre partidos en defensa de las instituciones decrece. Si el “otro” es percibido como una amenaza de mal gusto o un esnob incapaz de entender a la verdadera América, todos se lo piensan mucho antes de romper filas, por muy obsceno que sea el comportamiento del Ejecutivo.

Este mecanismo se refuerza por la forma en que la particular forma de presidencialismo MAGA ha alterado el funcionamiento del sistema de representación. La política en Estados Unidos es hoy un fenómeno mucho más nacional que nunca. Las elecciones de senadores o las primarias para elegir candidatos al Congreso están muy condicionadas por la capacidad de Trump para orientar filias, fobias y fondos de campaña, y desviar la atención de los problemas de cada Estado o distrito. Lo hace de forma directa con los republicanos y de forma indirecta con los demócratas al facilitar la entrada de candidatos más a la izquierda que cuestionan la tibieza del liderazgo demócrata, como en las primarias a la alcaldía de Nueva York, en las que el progresista Zohran Mamdani derrotó al exgobernador Andrew Cuomo.

Lo hace a través de dos instrumentos: la movilización de un nacionalismo supremacista cristiano (que, paradójicamente, atrae incluso a sectores de voto latino) y la movilización del dinero leal en campaña. El primero convierte cualquier acercamiento al rival político en una ofensa a Dios y a la patria; el segundo castiga económicamente la deslealtad. Así quiebra un mecanismo de control fundamental en sistemas mayoritarios y presidencialistas: la capacidad del Legislativo para controlar al Ejecutivo, en particular en el uso del dinero o en la selección de la cúpula del poder judicial. Preocupados por su propia supervivencia, congresistas y senadores renuncian a su papel central y permiten al Ejecutivo romper los equilibrios y controlar la composición del árbitro final en el país, el Tribunal Supremo. Las intervenciones a demanda de este último frente a los jueces federales son un factor de preocupación adicional que se suma a la connivencia de las grandes tecnológicas con el Gobierno.

La connivencia en algunos casos es entusiasta (Bezos parece aspirar a que Amazon sustituya al servicio postal); en otros, algo más resignada. Pero lo que todos comparten es una dependencia de la capacidad regulatoria del Estado. Trump lo sabe y ellos también. Trump depende de su complicidad para mantener la difusión de su particular estrategia discursiva; ellos dependen de Trump para preservar sus privilegios oligopolistas y protegerse de intervenciones correctoras desde Europa. La misma dependencia, regulatoria y fiscal, hace que las universidades, con Harvard como honrosa excepción, hayan optado por la diplomacia blanda y tratar de rebajar el golpe a la espera de tiempos mejores. Tardarán en llegar. El asesinato de Charlie Kirk y su elevación a mártir de la causa ha dado paso a un ataque frontal a las libertades civiles, en particular la de prensa. Ha habido respuesta y Jimmy Kimmel está de vuelta, pero los ataques persistirán y con ellos la preocupación sobre la democracia y su salud. Creo que seguiremos instalados en este pantano político y emocional una larga temporada, pero también creo que es algo pronto para dar por muerto al correoso sistema político americano.

Las consecuencias de la política económica ya se notan en áreas que esperaban lo contrario de Trump y algunos demócratas empiezan a dar señales de vida. Las muestras de desacuerdo con políticas como la inmigración o los aranceles se acumulan en las encuestas en las que incluso una proporción elevada de votantes republicanos afirman que el país va en la dirección equivocada. Y la sociedad civil, a un ritmo más lento, empieza a organizarse con vistas a noviembre de 2026. Si los demócratas y votantes republicanos moderados que se quedaron en casa en 2024 se suman a los muchos desencantados que aparecen en las encuestas, el cambio en el Congreso puede bastar para que recupere su papel de contrapeso frente al Ejecutivo. Llegado ese escenario, Trump estará en una posición más débil para intentar prolongar su mandato. Es probable que intente otra vez alterar el proceso político incluso de forma violenta con su policía paralegal, pero no es evidente que lo consiga. La lealtad a Trump es ideológica entre muchos votantes rurales, pero puramente instrumental entre amplios sectores suburbanos, y en muchas élites políticas y económicas. En cuanto perciban fragilidad, redescubrirán los beneficios de la lealtad constitucional. Lo mismo podría ocurrir dentro del Partido Republicano. Una parte importante de sus líderes recuerda al politburó del Partido Comunista soviético: leales, ocultando sus preferencias, y esperando a que desaparezca el control del líder para mover ficha. Como en todo movimiento populista, la dependencia del líder es un factor de fragilidad a medio plazo.

La coalición trumpista tiene por tanto una ventana breve para consolidar el control del Estado y asegurar su hegemonía. Anticipando esta posibilidad, los republicanos centran sus esfuerzos en la administración electoral. Cuanto más riesgo perciben, más tentados están de subvertir las normas. Por eso es importante no dar excusas y evitar responder con la misma moneda, como ha hecho el gobernador de California en respuesta a la manipulación de las fronteras de los distritos en Texas para reducir el número de diputados del otro partido. Este tipo de respuesta es en primer lugar contraproducente dado el grado de concentración del voto demócrata y el número de estados que controlan. Pero sobre todo es institucionalmente suicida. Imitar al Partido Republicano blanquea su estrategia de manipulación institucional y socava las normas supuestamente a proteger. La tentación de estirar las reglas en nombre de la defensa del sistema es un fenómeno común en democracias en crisis que, como ocurrió en los años treinta, abre el campo a desafíos mayores.

De hecho, la evolución de los demócratas en las encuestas, sorprendentemente negativa a pesar del caos generado desde la administración, indica que es hora de ofrecer algo más. En lugar de golpearse el pecho imitando al gorila, los demócratas tienen más que ganar construyendo una estrategia que vuelva a hacerlos atractivos en sectores que situados fuera de los polos de innovación observan con escepticismo, cuando no hastío, la degeneración de la competición política y añoran un Estado que les proporcione servicios, futuro y estabilidad material. Va siendo hora.

lunes, 15 de septiembre de 2025

Unai Sordo: “Exigiremos un nuevo proyecto de ley, regularización del horario laboral y una explicación a la clase trabajadora”

 




















El secretario general de Comisiones Obreras ha afirmado que “si los partidos políticos ven que hay un coste electoral en oponerse a mejorar las condiciones de vida de la gente, cambiarán la posición”, respecto a la tramitación de la reducción de la jornada laboral en España.


Unas 5.000 personas se han unido esta tarde en Madrid frente al Congreso a las decenas de movilizaciones convocadas por Comisiones Obreras y la UGT para exigir la tramitación de la reducción de la jornada laboral. El secretario general de CCOO, Unai Sordo, ha participado en las concentraciones de Barcelona y Madrid, donde ha querido lanzar un mensaje de optimismo. “Hoy no asistimos a ninguna derrota sindical”, ha afirmado. 

Sordo ha advertido de que si se votan las enmiendas a la totalidad del proyecto de ley, desde CCOO se exigirá un nuevo proyecto y, además, regulación del tiempo de trabajo. Pero también “explicación en la calle, socialización del problema”. “Si los partidos políticos ven que hay un coste electoral y que hay un coste político en oponerse a mejorar las condiciones de vida de la gente, cambiarán la posición”, resaltó en relación a Junts y recordó que esto también ocurrió con el decreto ómnibus, la revalorización de las pensiones o la ley de Sanidad. “Lo que hoy es no, mañana es sí”, aseveró.

Acompañado de la secretaria general de CCOO Madrid, Paloma López, el secretario general de la UGT, Pepe Álvarez y la secretaria de Salud Laboral de UGT, Patricia Ruiz, Sordo ha explicado que “estamos aquí para que se note la fortaleza de los trabajadores y las trabajadoras y que sepan que hoy no finaliza nada”. “Hoy inicia un proceso que tendrá su repercusión y su continuidad hasta conseguir reducir los tiempos de trabajo para conseguir mejores condiciones laborales y una vida digna”, declaró.

Más de 12 millones de personas se beneficiarían de una reducción de jornada laboral de 2,5 horas, tal y como ha resaltado CCOO a lo largo de estas jornadas de movilización, que incluyeron un encierro de las Ejecutivas de Comisiones Obreras y UGT. 

“¿En qué cabeza cabe que en la España del 2025 siga rigiendo por ley la misma jornada laboral que en la España de 1983 cuando no existía Internet, cuando se calculaban las cuentas en las tiendas escribiendo a tiza en el mostrador? ¿Qué leches tiene que ver ese país con este país? El tiempo de trabajo se tiene que reducir para distribuir la riqueza y las ganancias de productividad a la mayoría social”, reclamaba el secretario general.

Para CCOO es este el debate de fondo: “la avaricia del peor empresariado español que tiene colonizada la mente del neoliberalismo fracasado, que representa al Partido Popular, que representa a Vox y que representa a Junts por mucho de modernos que vayan”, sentenció Unai Sordo.

“¿Por qué no quieren discutir? ¿Por qué no quieren debatir en sede parlamentaria? Porque están incómodos. La mayoría social está con nosotros, no con ellos; el 72% de los votantes de Junts están de acuerdo o muy de acuerdo con la reducción de jornada, los votantes del PP están también de acuerdo, hasta los votantes de Vox aspirarían a trabajar lo mismo que Santiago Abascal; más quisieran”, ironizó Sordo. 

“Nos parece absolutamente alucinante que los partidos políticos renuncien a debatir y, llegado el caso, a enmendar un proyecto de ley. Es de muy poca calidad democrática lo que ha pasado”, lamentó el secretario general. “Era el momento de reducir por ley la jornada laboral y estoy convencido que va a volver al Congreso de los Diputados. Vamos a movilizarnos para que así sea y vamos a pedir también que se mejoren de inmediato los sistemas de control horario”, concluyó el secretario general de CCOO tras la votación en el Congreso de los Diputados. 

En la misma línea se manifestó Paloma López, secretaria general de CCOO Madrid, que participó en la concentración. “Queremos menos horas para vivir mejor, queremos menos horas para poder tener una convivencia, una conciliación, para poder ir al ocio, para dormir la siesta, para lo que nos dé la gana, por eso queremos trabajar menos”, insistió.


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