La escasez de empleos, la exigencia de ser multitarea y el teletrabajo contribuyen a que se multiplique el síndrome del impostor, un trastorno psicológico que va mucho más allá de la inseguridad o la falta de autoestima. Sentirse un fraude afecta seriamente a la salud mental. Te contamos qué es y cómo se puede controlar.del
Miércoles, 18 de Diciembre 2024, 10:20h
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Sueñas que no has acabado la carrera? ¿Tienes reiteradas pesadillas en las que repites un examen? Lo que empieza como un simple síntoma de inseguridad, puede desencadenar en el síndrome del impostor, un trastorno psicológico que se ha multiplicado ante los perfiles polivalentes que se reclaman en los trabajos y un mercado laboral cada vez más competitivo. La mente de los que lo sufren no descansa con pensamientos recurrentes como «no merezco lo que tengo» o «me van a pillar, se van a dar cuenta de que soy un fraude». Y no son pensamientos que acechan precisamente a personas que 'realmente' son un fraude o no están cualificadas, sino a las que son más exigentes consigo mismas.
Personajes famosos como Michelle Obama o Kate Winslet han reconocido que padecen este síndrome que llega a afectar en algún momento de la vida a 7 de cada 10 personas, según el estudio 'The impostor phenomenon', publicado en el International Journal of Behavorial Science. Incluso Neil Armstrong, el primer ser humano en pisar la Luna, ingeniero aeroespacial, piloto de guerra y profesor universitario, confesaba en una convención con científicos y exploradores que, al verse rodeado de tal despliegue de talento, se sentía 'poca cosa': «Veo a todas estas personas y pienso: '¿Qué demonios estoy haciendo aquí? Todos han realizado cosas asombrosas. Yo simplemente fui adonde me enviaron'».
Es cierto que Armstrong se medía con los más prestigiosos investigadores del mundo, pero aunque la competencia no sea de ese nivel, las nuevas circunstancias del mercado laboral no contribuyen a consolidar la autoestima. Entre los jóvenes, las ofertas laborales no abundan, y las que hay exigen perfiles polivalentes y multitarea. Es fácil sentir que no se cubren las expectativas. Si esa inseguridad no se controla, puede desencadenar en un verdadero bloqueo. ¿Qué siente la persona que padece el síndrome del impostor?
«Siente que no está ni estará suficientemente preparada para desarrollar determinadas tareas y, si tiene éxito en las mismas, se debe al azar y no al mérito propio. Aunque está muy ligado al ámbito profesional, también se produce en otros ámbitos de la vida, como la pareja, la familia o la amistad», explica Begoña Díaz, psicóloga general sanitaria. «Esta sensación puede terminar bloqueando o desencadenando cuadros de ansiedad más extremos».
«Quien padece el síndrome siente que no está ni estará preparado para determinadas tareas. Esta sensación es paralizante y puede desencadenar cuadros de ansiedad extremos»
El teletrabajo, que se disparó durante el confinamiento, y las redes sociales tampoco favorecen la confianza en uno mismo. Las redes, por la presión que ejercen en el rendimiento tanto personal como laboral; el teletrabajo, por la sensación de aislamiento e indefensión frente a los contratiempos. En ese entorno es más fácil sentirse engañado, pero también sentirse un timador.
«Culturalmente, vivimos en un entorno donde el éxito está muy vinculado al resultado de nuestro desempeño profesional y al salario; un entorno en el que está instalada la idea de ‘si queremos, podemos’ –explica Díaz– y eso no es siempre cierto. En muchas ocasiones, no podemos hacer nada por cambiar una situación y lo único que podemos hacer es aceptar la circunstancia, aunque no sea favorable».
No se trata tampoco de eludir el problema y mirar para otro lado. «Cuanto más evitemos aquello que nos incomoda por sentirnos impostores o insuficientes, más se incrementará la ansiedad y el estrés. Podemos caer entonces en un bajo estado de ánimo o desesperanza, sentir que no hay nada más que podamos hacer para dejar de ser un fraude», mantiene.
Pero lo hay. Lo primero es ser conscientes del grado. Cierto temor e inseguridad son positivos, siempre que nos estimule y nos saquen de la zona de confort. El problema es cuando ese miedo a 'no dar la talla' te desborda.
Afecta más a las mujeres porque ellas tienden a reducir expectativas y atribuyen los logros al esfuerzo. Los hombres tienen mayores ambiciones y, si el resultado no es satisfactorio, es por mala suerte
«Vivimos en una carrera permanente para ser ‘mejores’ en todo –insiste Díaz– y, aunque el síndrome del impostor afecta a hombres y mujeres por igual, estas últimas pueden verse más afectadas por los roles culturalmente atribuidos en el área profesional y personal, que suelen implicar mucho sobreesfuerzo».
En 1978 las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, en una investigación con mujeres que habían tenido exitosas carreras profesionales, comprobaron que muchas de ellas pensaban que su éxito no era merecido. De hecho, describían el síndrome del impostor: sus logros eran un engaño y las descubrirían tarde o temprano.
Concluyeron que las mujeres y los hombres muestran diferentes actitudes frente al éxito. El pensamiento femenino –señalaban– tiende a reducir expectativas y a atribuir el logro al esfuerzo; el masculino es el opuesto: ellos tienen, mayoritariamente, grandes expectativas y, si el resultado no es satisfactorio, es por mala suerte.
Los jóvenes son carne de cañón, vulnerables ante un mercado laboral nuevo para ellos y conscientes de que el empleo no abunda como antes. Según un estudio de la consultora Access Commercial Finance de Reino Unido, son los jóvenes de entre 18 y 34 años los más propensos a padecer el síndrome del impostor; un 86 por ciento de los encuestados consideraba que no merecía el puesto que ocupaba.
«Los jóvenes sienten que deben ‘estar a la altura’ y mostrar la mejor imagen de sí mismos. Si esa presión es desmedida, no hay que descuidar el problema. Las empresas deben adoptar medidas preventivas en el entorno laboral», explica Raquel Gómez, psicóloga y técnica superior en Prevención de Riesgos Laborales. «Impulsar el reconocimiento del trabajo personal, promover un ambiente de cooperación y compañerismo, establecer procedimientos de resolución de conflictos…» son algunas de las medidas que defiende Gómez desde en punto de vista de la empresa.
¿Cómo superarlo? La vida no es un examen
En un primer momento, hay que entender que no es algo único. Les pasa a muchos. Pero si eso no es consuelo –y no suele serlo–, debemos profundizar en lo que nos ocurre; entender el proceso hace que nos sintamos mejor. En primer lugar, hay que huir del 'modo examen'. Cada encargo o cometido en el trabajo no es un examen. Hay que marcarse metas y plazos razonables, que se desarrollan en un proceso.
Para encauzar ese proceso es conveniente buscarse un mentor. Tu mente puede ser tu peor enemigo. En muchos casos los pensamientos de fracaso son inevitables, pero cuando esta 'ceguera laboral' te bloquea, lo mejor es buscarse un ejemplo a seguir, un mentor que te aconseje. De este modo, le das más crédito al mentor que a tus propios pensamientos negativos.
Y tan importante como aceptar la propia imperfección, es echarse flores. Si tienes éxito en algo, celébralo, incluso apúntalo para futuros momentos de inseguridad. Date esa palmadita en la espalda que tanto te has ganado.
«Después de mi primera película, pensé que se había acabado. Lo más difícil fue hacer el clic, pasar de pensar ‘esto está fuera de mi alcance’ a ‘sí puedo’». Son palabras de Isabel Coixet, recogidas en el libro Impostoras y estupendas (Ed. Alienta), de Neus Arqués. Desde que hizo ese 'clic', Coixet ha rodado 25 películas, algunas ya clásicos del cine, ha ganado ocho Goyas y el Premio Nacional de Cinematografía. «Pero no es algo definitivo –confiesa Coixet–, a veces todavía pienso que lo que yo hago no sirve».
Autotest exprés
¿Qué tipo de impostor eres?
La mayor experta en el síndrome del impostor es la doctora Valerie Young, autora del libro Los pensamientos secretos de las mujeres con éxito: por qué gente capaz sufre el síndrome del impostor. En sus investigaciones, Young diferencia cinco grupos de personas propensas a sufrir este trastorno.
Los perfeccionistas
Suelen ponerse metas tan altas, por lo que siempre piensan que lo podrían haber hecho mejor.
Los individualistas
No quieren que les ayuden porque lo ven un síntoma de debilidad. Sienten que si piden ayuda no demuestran su valía.
Los expertos
Suelen pensar que se han sabido vender 'demasiado bien', que no han sido honestos en la selección y temen que se descubra.
Los genios naturales
No son pacientes, se estresan y se agobian si no hacen las cosas con fluidez, rapidez y a la primera.
Los superhumanos
Trabajan más duro todavía para mantenerse y seguir dando la talla. Su salud y su vida social suelen ser las primeras dañadas.