jueves, 19 de diciembre de 2024

El síndrome del impostor: cuando sientes que todo te viene grande

 La escasez de empleos, la exigencia de ser multitarea y el teletrabajo contribuyen a que se multiplique el síndrome del impostor, un trastorno psicológico que va mucho más allá de la inseguridad o la falta de autoestima. Sentirse un fraude afecta seriamente a la salud mental. Te contamos qué es y cómo se puede controlar.del

Miércoles, 18 de Diciembre 2024, 10:20h 

Tiempo de lectura: 6 min

Sueñas que no has acabado la carrera? ¿Tienes reiteradas pesadillas en las que repites un examen? Lo que empieza como un simple síntoma de inseguridad, puede desencadenar en el síndrome del impostor, un trastorno psicológico que se ha multiplicado ante los perfiles polivalentes que se reclaman en los trabajos y un mercado laboral cada vez más competitivo. La mente de los que lo sufren no descansa con pensamientos recurrentes como «no merezco lo que tengo» o «me van a pillar, se van a dar cuenta de que soy un fraude». Y no son pensamientos que acechan precisamente a personas que 'realmente' son un fraude o no están cualificadas, sino a las que son más exigentes consigo mismas.

Personajes famosos como Michelle Obama o Kate Winslet han reconocido que padecen este síndrome que llega a afectar en algún momento de la vida a 7 de cada 10 personas, según el estudio 'The impostor phenomenon', publicado en el International Journal of Behavorial Science. Incluso Neil Armstrong, el primer ser humano en pisar la Luna, ingeniero aeroespacial, piloto de guerra y profesor universitario, confesaba en una convención con científicos y exploradores que, al verse rodeado de tal despliegue de talento, se sentía 'poca cosa': «Veo a todas estas personas y pienso: '¿Qué demonios estoy haciendo aquí? Todos han realizado cosas asombrosas. Yo simplemente fui adonde me enviaron'».

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Ni llegar a la Luna...Neil Armstrong confesó en varias ocasiones que se sentía poco cualificado al lado de los profesionales con los que tenía que tratar. Pese a sus incuestionables logros, nunca se libró del acecho de la inseguridad.

Es cierto que Armstrong se medía con los más prestigiosos investigadores del mundo, pero aunque la competencia no sea de ese nivel, las nuevas circunstancias del mercado laboral no contribuyen a consolidar la autoestima. Entre los jóvenes, las ofertas laborales no abundan, y las que hay exigen perfiles polivalentes y multitarea. Es fácil sentir que no se cubren las expectativas. Si esa inseguridad no se controla, puede desencadenar en un verdadero bloqueo. ¿Qué siente la persona que padece el síndrome del impostor?

«Siente que no está ni estará suficientemente preparada para desarrollar determinadas tareas y, si tiene éxito en las mismas, se debe al azar y no al mérito propio. Aunque está muy ligado al ámbito profesional, también se produce en otros ámbitos de la vida, como la pareja, la familia o la amistad», explica Begoña Díaz, psicóloga general sanitaria. «Esta sensación puede terminar bloqueando o desencadenando cuadros de ansiedad más extremos».

«Quien padece el síndrome siente que no está ni estará preparado para determinadas tareas. Esta sensación es paralizante y puede desencadenar cuadros de ansiedad extremos»

El teletrabajo, que se disparó durante el confinamiento, y las redes sociales tampoco favorecen la confianza en uno mismo. Las redes, por la presión que ejercen en el rendimiento tanto personal como laboral; el teletrabajo, por la sensación de aislamiento e indefensión frente a los contratiempos. En ese entorno es más fácil sentirse engañado, pero también sentirse un timador. 

«Culturalmente, vivimos en un entorno donde el éxito está muy vinculado al resultado de nuestro desempeño profesional y al salario; un entorno en el que está instalada la idea de ‘si queremos, podemos’ –explica Díaz– y eso no es siempre cierto. En muchas ocasiones, no podemos hacer nada por cambiar una situación y lo único que podemos hacer es aceptar la circunstancia, aunque no sea favorable».

No se trata tampoco de eludir el problema y mirar para otro lado. «Cuanto más evitemos aquello que nos incomoda por sentirnos impostores o insuficientes, más se incrementará la ansiedad y el estrés. Podemos caer entonces en un bajo estado de ánimo o desesperanza, sentir que no hay nada más que podamos hacer para dejar de ser un fraude», mantiene.

Pero lo hay. Lo primero es ser conscientes del grado. Cierto temor e inseguridad son positivos, siempre que nos estimule y nos saquen de la zona de confort. El problema es cuando ese miedo a 'no dar la talla' te desborda.

Afecta más a las mujeres porque ellas tienden a reducir expectativas y atribuyen los logros al esfuerzo. Los hombres tienen mayores ambiciones y, si el resultado no es satisfactorio, es por mala suerte

«Vivimos en una carrera permanente para ser ‘mejores’ en todo –insiste Díaz– y, aunque el síndrome del impostor afecta a hombres y mujeres por igual, estas últimas pueden verse más afectadas por los roles culturalmente atribuidos en el área profesional y personal, que suelen implicar mucho sobreesfuerzo».

En 1978 las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, en una investigación con mujeres que habían tenido exitosas carreras profesionales, comprobaron que muchas de ellas pensaban que su éxito no era merecido. De hecho, describían el síndrome del impostor: sus logros eran un engaño y las descubrirían tarde o temprano.

Concluyeron que las mujeres y los hombres muestran diferentes actitudes frente al éxito. El pensamiento femenino –señalaban– tiende a reducir expectativas y a atribuir el logro al esfuerzo; el masculino es el opuesto: ellos tienen, mayoritariamente, grandes expectativas y, si el resultado no es satisfactorio, es por mala suerte.

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Isabel Coixet. «Después de mi primera película –confiesa la celebrada directora catalana–, pensé que se había acabado. Lo más difícil fue hacer el clic, pasar de pensar ‘esto está fuera de mi alcance’ a ‘sí puedo’».

Los jóvenes son carne de cañón, vulnerables ante un mercado laboral nuevo para ellos y conscientes de que el empleo no abunda como antes. Según un estudio de la consultora Access Commercial Finance de Reino Unido, son los jóvenes de entre 18 y 34 años los más propensos a padecer el síndrome del impostor; un 86 por ciento de los encuestados consideraba que no merecía el puesto que ocupaba.

«Los jóvenes sienten que deben ‘estar a la altura’ y mostrar la mejor imagen de sí mismos. Si esa presión es desmedida, no hay que descuidar el problema. Las empresas deben adoptar medidas preventivas en el entorno laboral», explica Raquel Gómez, psicóloga y técnica superior en Prevención de Riesgos Laborales. «Impulsar el reconocimiento del trabajo personal, promover un ambiente de cooperación y compañerismo, establecer procedimientos de resolución de conflictos…» son algunas de las medidas que defiende Gómez desde en punto de vista de la empresa.

¿Cómo superarlo? La vida no es un examen

En un primer momento, hay que entender que no es algo único. Les pasa a muchos. Pero si eso no es consuelo –y no suele serlo–, debemos profundizar en lo que nos ocurre; entender el proceso hace que nos sintamos mejor. En primer lugar, hay que huir del 'modo examen'. Cada encargo o cometido en el trabajo no es un examen. Hay que marcarse metas y plazos razonables, que se desarrollan en un proceso.

Para encauzar ese proceso es conveniente buscarse un mentor. Tu mente puede ser tu peor enemigo. En muchos casos los pensamientos de fracaso son inevitables, pero cuando esta 'ceguera laboral' te bloquea, lo mejor es buscarse un ejemplo a seguir, un mentor que te aconseje. De este modo, le das más crédito al mentor que a tus propios pensamientos negativos.

Y tan importante como aceptar la propia imperfección, es echarse flores. Si tienes éxito en algo, celébralo, incluso apúntalo para futuros momentos de inseguridad. Date esa palmadita en la espalda que tanto te has ganado.

«Después de mi primera película, pensé que se había acabado. Lo más difícil fue hacer el clic, pasar de pensar ‘esto está fuera de mi alcance’ a ‘sí puedo’». Son palabras de Isabel Coixet, recogidas en el libro Impostoras y estupendas (Ed. Alienta), de Neus Arqués. Desde que hizo ese 'clic', Coixet ha rodado 25 películas, algunas ya clásicos del cine, ha ganado ocho Goyas y el Premio Nacional de Cinematografía. «Pero no es algo definitivo –confiesa Coixet–, a veces todavía pienso que lo que yo hago no sirve».

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¿Qué tipo de impostor eres?

La mayor experta en el síndrome del impostor es la doctora Valerie Young, autora del libro Los pensamientos secretos de las mujeres con éxito: por qué gente capaz sufre el síndrome del impostor. En sus investigaciones, Young diferencia cinco grupos de personas propensas a sufrir este trastorno.

1

Los perfeccionistas

Suelen ponerse metas tan altas, por lo que siempre piensan que lo podrían haber hecho mejor.

2

Los individualistas

No quieren que les ayuden porque lo ven un síntoma de debilidad. Sienten que si piden ayuda no demuestran su valía.

3

Los expertos

Suelen pensar que se han sabido vender 'demasiado bien', que no han sido honestos en la selección y temen que se descubra.

4

Los genios naturales

No son pacientes, se estresan y se agobian si no hacen las cosas con fluidez, rapidez y a la primera.

5

Los superhumanos

Trabajan más duro todavía para mantenerse y seguir dando la talla. Su salud y su vida social suelen ser las primeras dañadas.


 impostor: cuando sientes que todo te viene grande

martes, 10 de diciembre de 2024

SALARIO MÍNIMO INTERPROFESIONAL ¿Cómo ha afectado el subidón del SMI a la economía española? Menos desigualdad salarial y sin destrucción de empleo

 Desde 2018 la menor retribución posible ha crecido un 54%, mucho más que los precios (19%). El Gobierno da el primer paso para un nuevo incremento el año que viene

El salario mínimo interprofesional (SMI) español ha crecido muchísimo desde 2018, un 54%. En el mismo periodo los precios han aumentado un 19%, lo que implica una ganancia de poder adquisitivo brutal, de más de treinta puntos. Es un cambio profundo en una variable que condiciona muchas nóminas, en una economía que late al ritmo de muchas pequeñas y medianas empresas y de algunos sectores de bajo valor añadido, como el comercio minorista, la hostelería o el campo, donde tantas retribuciones empatan con el SMI. El 26 de noviembre empezó el proceso para un nuevo incremento, con la convocatoria de un grupo de expertos que estimará cuánto debería subir para no perder poder adquisitivo y representar el 60% del salario medio, en consonancia con la promesa del programa de Gobierno de PSOE y Sumar. La cifra (u horquilla) que acuerden marcará la posición de Trabajo, que después debatirá con sindicatos y empresarios.

1.134

Primero, el empleo. Con los datos del Instituto Nacional de Estadística en la mano, hoy hay más trabajadores, menos parados, más tasa de ocupados y menos ratio de desempleo que hace seis años. Estos datos, sin más matices, muestran que España ni ha perdido empleos ni ha ganado parados en el periodo en que el Gobierno ha elevado la menor retribución posible desde 736 euros brutos al mes en 14 pagas en 2018, a 1.134 en 2024. Es una realidad estadística, pero a la vez es un análisis que se queda corto. No contesta a la duda sobre el efecto de las subidas en el empleo de los que cobran el SMI, ya que estos trabajadores podrían haber perdido su puesto y que ello hubiera quedado camuflado por la creación de puestos en otros grupos.

14,55%11,21%50,18%52,42%

Hay todo un caudal de literatura científica que aborda esta cuestión, que centra su análisis en la primera subida que ordenó Pedro Sánchez por la exigencia de Unidas Podemos. Fue la que entró en vigor el 1 de enero de 2019, de un 22% y la mayor de la historia. Ese subidón despertó muchísimo interés de los analistas. Entre los expertos que contestaron a la pregunta está Carlos García Serrano, catedrático de Economía de la Universidad de Alcalá (UAH) y coautor del estudio La subida del salario mínimo de 2019 en España: una evaluación del impacto sobre la permanencia en el empleo con registros administrativos. “Lo que encontramos es que el efecto sobre el empleo fue nulo”, dice a EL PAÍS. Las conclusiones de su análisis son contundentes: “El incremento del SMI en 2019 no produjo efectos adversos sobre el empleo de los trabajadores directamente afectados en los meses siguientes tras la subida. Esto sucede cuando se considera el impacto sobre la probabilidad de continuar empleado tanto en la misma empresa como ocupado en general y tanto a corto plazo como en un plazo más largo”.

En el trabajo El impacto de la subida del Salario Mínimo Interprofesional en la desigualdad y el empleo, los analistas del centro de estudios Iseak observaron que la subida de 2019 no aumentó el riesgo de pérdida de empleo a corto plazo entre los afectados por la subida. A los seis meses sí captaron un ligero repunte de ese riesgo, pero lo catalogan como “modesto”. Un estudio del Banco de España posterior a ese aumento del SMI también identificó algunas pegas: no captó destrucción de empleo, pero sí un freno en la creación de puestos.

Tras la explosión de 2019, el resto de alzas han sido menos pronunciadas, en el entorno del avance de la inflación. “Nuestra intuición es que las subidas del SMI, en un momento de expansión económica y creación de empleo como el actual, no están siendo un obstáculo relevante que pueda frenar en gran medida la creación de empleo”, opinan los analistas de Iseak Lucía Gorjón, Gonzalo Romero y David Martínez, que responden por correo electrónico. “Los efectos de los incrementos del SMI en el empleo, a nivel agregado, son muy moderados. La peor parte se la llevaron las empresas más pequeñas”, apostilla Marcel Jansen, investigador de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) y especialista en mercado laboral.

¿Y en el futuro?

Este experto se pregunta qué efecto tendrá el actual nivel del SMI, que ya representa el 60% del salario medio según los cálculos de Trabajo, cuando termine este ciclo económico positivo. “Es la gran pregunta, cómo condicionará un salario mínimo tan alto en términos relativos. Antes estaba entre los más bajos de Europa en comparación con la media salarial del país, ahora está entre los más altos. Es el gran test, creo que complica el ajuste en periodos recesivos. Me preocupa porque quienes cobran el SMI son personas vulnerables, con más problemas al perder el empleo”, opina Jansen.

“No sería pesimista”, contrapone Luis Zarapuz, economista del gabinete económico de CC OO. Cree que España ya ha pasado pruebas de estrés desde que el SMI tomó fuerza, primero la pandemia y luego las crisis inflacionista, unida al acelerón de los tipos de interés y el parón de la economía europea. “España siempre sobrerreaccionaba al ciclo económico, con mucha creación de empleo cuando las cosas iban bien y mucha destrucción cuando iba mal”, indica.

Relaciona este fenómeno con la altísima temporalidad previa a la reforma laboral (en torno al 25%, ahora un 16%), “ya que los empresarios se quitaban a todos los temporales de golpe”. Cree que en vez de recortar en número de trabajadores, ahora el marco laboral invita a que el ajuste se dé en número de horas trabajadas, con figuras como los ERTE. Además, dice que la subida del SMI ha sido positiva en términos de empleo, ya que “ha provocado una mayor propensión al consumo”. Este sindicalista participa en la comisión de expertos que recomendará a Trabajo cuánto debería subir el SMI en 2025 para ni perder poder adquisitivo ni dejar de representar el 60% del salario medio.

De ahí partirá la posición de Trabajo en la posterior negociación con sindicatos y patronales. Fernando Luján, vicesecretario general de Política Sindical de UGT, será la principal voz de su organización en esa conversación. Defenderá que el SMI crezca entre un 5% y un 6%, muy por encima de la subida de precios (ahora en un 2,8%) y del avance del resto de salarios (un 4% hasta el segundo trimestre). Con sus cálculos, que no coinciden con los del ministerio, el SMI aún no ha alcanzado el 60% del salario medio. “La subida del SMI no destruye empleo. Lo que ha pasado en España es la constatación práctica de la formulación teórica por la que dieron el Nóbel a Card. Los incrementos han creado empleo”, finaliza Luján.

Un trabajador agrícola, en Jaén en octubre. Un trabajador agrícola, en Jaén en octubre.
ANADOLU (ANADOLU VIA GETTY IMAGES)

Tanto el Gobierno como los sindicatos (que han acordado casi todas las subidas sin la patronal) suelen recordar que hubo voces autorizadas del debate económico español que anticiparon una importante destrucción de empleo aparejada a los aumentos vertiginosos del SMI. Desde 2018, la única etapa en que España ha perdido ocupados con fuerza fue la pandemia, más allá de los ciclos habituales.

Menor desigualdad salarial

Otro aspecto muy estudiado es el efecto de las subidas del SMI en la distribución salarial. El experto de la UAH indica que las subidas del SMI de los últimos años, especialmente la de 2019, “han contribuido a aumentar los ingresos de los hogares; se aprecia sobre todo en los que viven trabajadores que ganan en torno al SMI”. Esto ha hecho que los datos de desigualdad salarial “mejoren claramente”. Los especialistas de Iseak comentan que los que menos ganan, como las mujeres, los extranjeros y los jóvenes, ahora participan en mayor medida en el total de salarios. “Es decir, su pedazo de tarta de salarios aumenta con la subida del SMI”. Su estudio no permite obtener una conclusión causa-efecto, pero sí observan “una correlación, una reducción de la desigualdad salarial simultánea a los incrementos del SMI”.

Los datos salariales de la Encuesta de Población Activa sostienen las afirmaciones de estos expertos. Del total de trabajadores, el 10% con peores salarios (primer decil) tenía una retribución media de 480 euros al mes en 2018, frente a los 645 de 2023, lo que supone un incremento del 34%. Es un avance muy superior al del 10% más rico (último decil), de un 12%, al pasar de 4.800 a 5.387. También creció mucho más el segundo decil, otro 34%, de 905 euros mensuales a 1.210.

Tabla con 4 columnas y 11 filas.
10% más pobre
480
645
34,4%
2
905
1.210
33,7%
3
1.157
1.434
24,0%
4
1.357
1.632
20,2%
5
1.547
1.834
18,6%
6
1.753
2.060
17,5%
7
2.017
2.357
16,8%
8
2.422
2.782
14,9%
9
3.006
3.391
12,8%
10% más rico
4.800
5.387
12,2%

“Gracias a la subida salarial”, continúan los investigadores de Iseak, “la pobreza laboral ya no es una cuestión de salarios bajos. Si en un hogar todas las personas adultas trabajan todo el año a jornada completa, aunque lo hagan cobrando el SMI, no están en una situación de pobreza laboral”. Exponen que ahora la pobreza de los empleados proviene de situaciones en las que “la intensidad laboral es baja, bien por trabajar a jornada parcial o bien por no trabajar durante todo el año”. Creen que la reforma laboral, que “impide la temporalidad injustificada”, está logrando “que una menor rotación se traslade a unos salarios más altos, no solo por hora (también gracias a la subida del SMI), sino también a lo largo del año, por mayores tiempos en el empleo”. Consideran que el siguiente gran asunto pendiente es “impedir” hacer contratos a jornada parcial de manera involuntaria para los trabajadores “sin que esté justificado por las necesidades de las empresas”. España es uno de los países europeos en que una mayor porción de trabajadores a tiempo parcial lo son por obligación (49%, el tercer mayor registro, frente a la media europea del 19%). Creen que “lo mismo que se ha hecho con la temporalidad” se debe afrontar respecto a la parcialidad.

Otro efecto de la potente subida del salario mínimo y de la reforma laboral, en opinión del Gobierno, es el cambio a mejor en el tejido productivo español. Es decir, las empresas más pequeñas y enmarcadas en sectores con peores condiciones laborales encuentran cada vez menos incentivos para competir a la baja, mientras se pavimenta un contexto que favorece a las compañías más productivas. En opinión de Jansen esto es “pensamiento ilusorio”, que de momento no se sostiene en la evidencia disponible. “Vemos un avance con fuerza de los sectores de alto valor añadido, un fenómeno que se da a la vez en otros países, no es extraño”, concede Jansen, pero a la vez indica que esto no implica una “reubicación” de empleados de sectores como la agricultura, hostelería o comercio en actividades tecnológicas. “Cierra el bar de la esquina y abre una franquicia, eso puede estar pasando. Pero de momento no podemos afirmar que esos empleados vayan a sectores más productivos. Tenemos que valorar el riesgo de condenar al desempleo a muchos trabajadores”.

Desde 2018, los sectores que más peso ganan en el total del empleo son sanidad, información y comunicaciones y actividades científicas y técnicas. Los dos últimos recogen las profesiones más vinculadas a la digitalización, en las que los salarios son más altos y las jornadas más cortas que en el promedio de la economía. A la vez, las actividades que más peso pierden son hostelería, agricultura y comercio, que se caracterizan por todo lo contrario. Según datos del Ministerio de Trabajo de agosto, ya hay 33.320 compañías con más de 50 empleados en España, el máximo registrado. Son 4.677 más desde 2018, un incremento del 16% desde entonces. En el mismo periodo, la ocupación en las microempresas (de uno o dos empleados) ha caído un 3% y en las de más de 500 trabajadores ha crecido un 30%.

Tabla con 4 columnas y 22 filas.
Act. sanitarias2.4889,6%
1,1
Inf. y comunicaciones2.9133,9%
0,9
Act. científicas y técnicas2.6665,8%
0,8
Transporte2.1795,7%
0,8
Construcción2.1846,8%
0,4
Educación2.6746,5%
0,2
Sum. energía4.0670,5%
0,0
Org. extraterritoriales-0,0%
0,0
Act. administrativas1.6165,2%
0,0
Act. artísticas1.7172,1%
−0,0
Ind. extractivas2.7900,2%
−0,0
Act. inmobiliarias2.6360,8%
−0,1
Otros servicios1.7062,3%
−0,1
Sum. agua2.5130,7%
−0,1
Act. financieras3.5432,0%
−0,2
Admón. pública2.9496,6%
−0,4
Empleo doméstico1.0142,7%
−0,5
Ind. manufacturera2.58012,0%
−0,5
Hostelería1.4568,9%
−0,6
Agrario1.5623,4%
−0,6
Comercio1.89614,5%
−1,2
18,1
−3
1,8
6,8
14,8
17
27
30,3
Total
De 1 a 2 empleados
De 3 a 5
De 6 a 9
De 10 a 49
De 50 a 249
De 250 a 499
Más de 499

Los investigadores de Iseak subrayan que “diversos estudios han demostrado que el aumento del SMI puede mejorar la calidad de las empresas en el mercado” porque los trabajadores tienden a trasladarse de pequeñas compañías con bajos salarios hacia compañías más grandes y productivas. “Este fenómeno, conocido como efecto de reasignación, se ha observado, por ejemplo, en Alemania, donde el salario mínimo contribuyó a un cambio en la distribución del empleo sin reducir significativamente los niveles de ocupación”. “Sin embargo”, añaden, “una cuestión más compleja es si el SMI puede transformar la estructura económica de un país, desplazando sectores tradicionales como la hostelería o los cuidados (donde el SMI es más prevalente) en favor de otros, como el tecnológico”. “Creemos que el SMI puede fomentar mejoras en la calidad del empleo y de las empresas dentro de un sector, pero no creemos que necesariamente cambiará la estructura sectorial de la economía de manera drástica”, añaden.

Zarapuz y Luján, los expertos sindicales, sí ven una relación entre ambas tendencias. “Es un proceso lento, no va a pasar automáticamente, pero cuanto más fomentemos los nichos cualificados, en un contexto de energía a precios competitivos, más cuota ganarán las empresas con buenas prácticas. Las compañías que no pueden pagar el SMI irán cediendo espacio a las que ofrecen mejores condiciones”, termina el especialista de CC OO. “A más peso de las actividades más productivas, donde más fuerza tenemos los sindicatos, mejor para nuestra economía”, añade el de UGT.

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